En medio de las lluvias de otoño se hizo un claro entre las nubes y me cayó encima la posibilidad de hacer una visita a una de las ciudades europeas que cuenta con uno de los centros históricos más grande y más amigable con los que nos gusta viajar a pie: Ámsterdam (sí, si… esa… la Venecia del norte, ya)
Un pueblo de pescadores en sus orígenes que, hace trescientos años consiguió ser una de las ciudades más ricas del mundo occidental, seguramente porque una vez finalizada una guerra de casi un siglo con el aburrido de Felipe II de España, y gracias a su tolerancia, se convirtió en un imán para todos aquellos que eran perseguidos en Europa por motivos religiosos (sefardies hispanos, hugonotes franceses, protestantes belgas y de otros lugares…), muchos de ellos comerciantes que sentaron las bases de una extensa red comercial por todo el mundo. Lo que, seguramente, será la causa de que en la actualidad se pueda ver por sus calles a personas de todo los colores y procedencias.
Así que ya sabe de qué va esto…
De la reina Guillermina de paseo por la Feria de Sevilla…
Y naturalmente, de muchas, muchas, muchas bicis…
Así que aquí te dejo paseando por el casco antiguo, sus casas inclinadasy sus canales, su barrio Rojo y su barrio Chino, .
Ámsterdam está llena de museos y sitios interesantes, así que si tienes tiempo, no pararás. Pero una cosa es segura: no te puedes ir sin probar un par de cosas… una, la cerveza que se fabrica a orillas del río Amstel y la otra, la colección de uno de los pintores más locos y peor tratados del impresionismo, del que no hace falta decir más ¿verdad?.
Si tienes pensado ir a Ámsterdam, en este enlace tienes un poco de ayuda para preparar la estancia allí. Buena suerte.