jueves, 10 de septiembre de 2015

Hipopótamos en la Laguna de La Janda

El cono de tierra delimitado por el Atlántico y el Mediterráneo y que confluyen en el Estrecho de Gibraltar ha sido desde siempre el fondo de embudo que ha servido de unión entre las gentes de África y Europa desde los orígenes del ser humano. Y eso implica que es por tanto, el sitio por donde han pasado en ambos sentidos todas las influencias culturales que han ido dejando su impronta en la cultura de Andalucía (y otros pueblos ibéricos y norteafricanos).
Una de las manifestaciones culturales que nos legaron las personas que vivieron por aquí entre el Paleolítico y el Neolítico, hasta incluso la época protohistórica, es la Pintura Rupestre.
Y parte de esas manifestaciones pictóricas forman un corpus que se ha dado en llamar Arte Sureño, para distinguirlo de otras manifestaciones pictóricas de otras partes de Andalucía y otras zonas limítrofes.
El nombre de Arte Sureño se lo debemos a un investigador de origen alemán afincado en nuestro país (concretamente, en Tarifa) y que fue el encargado de sacarlo de la oscuridad: Lothar Bergmann (1947-2009). Y aunque se le otorgó en justicia la Medalla de Oro de la provincia de Cádiz, el pueblo andaluz tendrá siempre una gran deuda pendiente con él.

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Lothar Bergmann durante la protesta por la protección de los grabados de la Cueva del Moro. Sus últimos años estuvieron marcados por una enfermedad pulmonar que le obligaba a desplazarse con una pequeña bombona de oxígeno y que ni por eso, lo hizo menos beligerante con la dejadez oficial con respecto al patrimonio rupestre en peligro.

Por lo que a mí respecta, las pinturas que nuestros antepasados dejaron en las paredes de muchas cuevas y rocas, siempre me ha atraído. Imagino que, si eres una persona curiosa e inquieta, te pasará lo mismo que a mí.
Pintar sobre la roca. Lo que en principio parece un acto sencillo relacionado con el espíritu artístico de aquellos humanos, se convierte en algo más complejo conforme los investigadores analizan sus trazos, sus ubicaciones, sus pigmentos, su técnica… entre otro buen puñado más de elementos.
Interpretarlas siempre ha sido una aventura, aunque ésta se acaba en el momento que alguien pronuncia las tan usadas palabras “a mí me parece”. ¿Quién puede ponerse en la cabeza de una persona de hace 4, 10 o 20.000 años? ¿Las cosas que vieron en su época son las mismas que vemos nosotros hoy? Muchos animales han desaparecido ya hace tiempo y es posible que su forma de vida generara objetos que nosotros no llegamos ni a imaginar. Y aunque lo que tuvieron ante sus ojos de modelo fuera lo mismo que tenemos nosotros ahora, a la hora de llevarla a la roca ¿su cultura lo interpretaría de la misma forma que nosotros en el siglo XXI? ¿Cómo representarían ellos una tormenta? Y ¿un simple camino de un lugar a otro?
A lo largo de estos miles de años que han pasado sobre ellas, la técnica pictórica ha variado desde un naturalismo rayando en la casi perfección de los dibujos que nos dejaron en herencia, hasta una esquematización de los motivos plasmados en las paredes que muy bien pudieran ser los preámbulos de los primeros sistemas de escritura.
Es raro encontrar una zona en ese triángulo invertido cuyo vértice sur lo hemos puesto en Tarifa, a orillas del Estrecho de Gibraltar, que no cuente con un conjunto de cuevas, abrigos o simples paredes de roca arenisca con manifestaciones pictóricas. La Asociación para la Protección del Arte Sureño cifra en varios centenares los puntos con pinturas rupestres.
Y dentro del Arte Sureño hay dónde elegir, dada la amplitud del abanico de tiempo que abarca, los diferentes momentos culturales que reflejan sus pinturas y la amplitud de la zona que abarcan.
De los cientos de cuevas que ya son conocidas, la que mejor representa el Arte Sureño se encuentra en la zona de influencia de la antigua Laguna de la Janda, hoy desgraciadamente totalmente desecada y sus fondos y orillas ocupadas por los cultivos intensivos.
Se trata del Tajo de las Figuras. Una pequeña cueva situada a media altura en un tajo que mira hacia el actual embalse del río Celemín. Es un sitio conocido desde antiguo, milagrosamente vivo a pesar de la afición de mis paisanos a “encontrar tesoros” en cualquier sitio que pueda parecer algo más antiguo que una casa vieja.
Su historia es sencilla. Por lo visto, su emplazamiento fue comunicado a la Academia de Historia de la capital de la provincia por  José Espina, médico de la cercana Benalup y aficionado a la historia, quien la visitó en 1913 junto al responsable de la academia Víctor Molina.
El informe de la visita dio lugar ese mismo año y el siguiente a que el sitio fuera estudiado ya por Juan Cabré (1882-1947) y Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965), incluyéndola en la obra conjunta que publicaron en 1914.

Juan_Cabré_y_Aguiló
Juan Cabré y Aguiló
Eduardo Hernández-Pacheco
Eduardo Hernández-Pacheco
Cabré-Pacheco
Portada del estudio de Cabré y Hernández-Pacheco. Junto a ella, dos fotos de la época perteneciente a dicho estudio: en la superior se ve el Tajo visto desde la zona del río en la que se puede apreciar parte de Sierra Momia; en la inferior se ve la entrada de la cueva.
Tajo Calco Breui 1024
Calcos originales realizados por Cabré e incluido en su publicación de 1914. Hay que tener en cuenta que son dibujos hechos a mano alzada, por lo que puede variar ligeramente de las imágenes originales. Sin embargo es un documento inestimable a la hora de estudiar el abrigo ya que fue hecho en un momento en que las pinturas estaban en mucho mejores condiciones que se las puede encontrar actualmente

A finales de ese mismo año (y en tres ocasiones posteriores, hasta 1919) fue también visitada por un  profesor del Instituto de Paleontología Humana de París, Henri Breuil (1877-1961), acompañado por William W. C. Verner (1852-1922), un coronel del ejército británico retirado en Algeciras y con inquietudes naturalistas; y por Federico de Motos Fernández (1865-1931), miembro de Academia de la Historia y arqueólogo andaluz.

L'abbé Henri Breuil en visite  sur un chantier de fouilles près de Mons le 19 février 1954.
Henri Breuil
William_Willough_Verner
William Verner en "El Águila", su casa de Algeciras, hoy desgraciadamente desaparecida bajo modernos adosados
Federico de Motos
Federico de Motos Fernández en campaña
Con el material obtenidos en esas campañas, Breuil incluyó un extenso apartado en su obra Rock Paintings of Sourthen Adalusia, a description of a Neolitic and Copper Age Art Group, publicada en 1929 junto a Miles Crawford Burkitt (1890-1971), por aquel entonces profesor en la facultad de Arqueología de la Universidad de Cambridge, y Sir William Montagu-Pollock (1903-1993). En sus páginas ha dejado constancia de que en las paredes del Tajo de las Figuras se puede encontrar más de 500 dibujos realizadas con diferentes pigmentos: amarillo, blanco, rojo y marrón.

Breuil - Rock Paintings 1929
Portada
NPG x41340; Miles Crawford Burkitt
M. C. Burkitt

A partir de aquí y hasta 1988, año en el que Uwe Topper, junto a su esposa Uta, realizaron su catálogo de Arte Rupestre de la provincia de Cádiz, por encargo de la Diputación, nadie había realizado el más mínimo estudio de nuestro arte rupestre.
El libro en cuestión es un sencillo catálogo de un pequeño número de cuevas, al que se anexó un estudio geológico de la zona a cargo de C.J. Fernández-LLébrez y otro sobre la evolución del arte rupestre de la zona, a cargo de Carlos Gómez de Avellaneda.

Libro de los Topper
Portada
Los Topper y mi hija
Uwe, Uta y mi hija Azahara en una visita que hicimos a Bacinete en 1996

Bien. Dicho todo lo anterior, es hora de entrar en lo que me ha traído aquí.
Si te tomas la molestia de curiosear el calco de Cabré, notarás que algunas cosas son fáciles de reconocer, otras no tanto, y algunas no se parecen a nada que conozcamos en la actualidad.
Por ejemplo, fíjate en el gran ciervo de la derecha, fácilmente reconocible como un gran macho en pleno proceso de celo estacional. Aquí, nadie debe tener dificultad de identificarlo.
ciervo
Ciervo naturalista que preside el panel derecho.
En el centro del calco, sobre lo que se puede interpretar como la silueta de una embarcación, se puede ver algunas filas de aves de partas cortas y cuello largo que muy bien se pueden considerar ánsares, tomados de los que habitarían el entorno de la laguna y que, en la actualidad, invernan en otros parajes como los embalses cercanos e incluso las marismas del Guadalquivir.

gansos
Bandada de ánsares
Si miras un poco a la izquierda de los ánsares, justo delante de la cabeza de otro gran ciervo, verás un grupo de 10 cuadrúpedos minúsculos que se pueden identificar como un rebaño de cabras seguido por una persona representada por un trazo en forma humanoide (troco y brazos). El rebaño se encuentra dividido en dos grupos: 4 animales delante y 6 detrás, separados por una ancha línea roja vertical, como si con ello se quisiera representar el paso de un lado al otro de un accidente señalado del terreno.

rebaño
Rebaño de cabras seguido de un pastor
Y el ultimo ejemplo que te voy a traer es algo más complicado. Tienes que mirar hacia la parte derecha de una especie de “sol” formado por un núcleo y multitud de líneas radiales a modo de rayos que puedes ver con facilidad en la mitad superior izquierda del calco de Cabré. Si te fijas con detenimiento, junto a él, por el lado derecho, hay un trazo rojo en forma de punta de flecha. Se trata de la representación típica de un humano, de un hombre concretamente, esquematizado en un trazo para la cabeza, tronco y extremidades inferiores y dos trazos en ángulo que representa los brazos. Yo he girado la imagen para que se vea de forma vertical.

humano
Símbolo antropomorfo
Pero no siempre es así. En algunas ocasiones, la esquematización de las figuras hace que sean difícil asociarlas a nada que nos sea conocido en la actualidad o que podamos afirmar taxativamente que es tal o cual objeto, animal o planta. Eso lo puedes comprobar en tres ejemplos que te he recortado del calco de Cabré:

recorte calco 02
¿Grafiti callejero?
recorte calco 01
¿Patín de nieve?
recorte calco 03
¿Dragón de leyenda?
¿Te atreverías a interpretarlas?
Pues bien, en estas cosas estaba yo, curioseando en las pinturas del Tajo de las Figuras cuando me percaté de un extraño animal pintado en rojo, situado a pocos centímetros de la grupa del ciervo que te he puesto de primer ejemplo.
recorte calco 04
Caballo o mulo algo entrado en kilos
En el calco se asemeja a un caballo algo regordete y con la cola cortada, con una línea de otro color en la parte trasera.
En la fotografía digital tratada (eliminando lo que de subjetivo pueda tener los ojos del artista, lo siento mucho Sr. Cabré) se aprecia mejor la línea trasera, el volumen excesivo del tronco, la cabeza un poco desproporcionada y las patas poco gráciles para ser un équido.
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Imagen base del animal

Dada lo extraño de su forma, me llamó la atención y le dedique un poco de tiempo a la figura, intentado observar todos los detalles posible.
Empecé a trabajar sobre ella y, basándome en diferentes modelos obtenidos mediante tratamiento digital de la imagen en los que se consigue separar sus tonalidades, pude obtener algunas imágenes modificadas que me aclararon algunas sospechas que habían empezado a rondar mi cabeza. O, al menos, eso creo.
Observa en las zonas de la imagen que te señalo:

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Zonas que aporta las pistas necesarias
Las marcas 1 y 2 están señalado unos trazos que no sólo por el tono del pigmento rojo, sino por la técnica que se ha empleado, se ven claramente que fueron hechos en momentos distintos al de la figura principal. Su tono es más anaranjado y su trazo menos cuidado, más tosco. Así que, en principio hay que deducir que no pertenecen a la imagen original.
De hecho, si ampliamos la imagen, se aprecia que este animal posee originalmente una cola pequeña y redondeada que ha quedado semioculta por el trazo vertical:

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Cola pequeña

En el lado opuesto, la ampliación de la imagen permite ver también que la cabeza del animal está semioculta también por otro trazo, menos definido y de pigmentación ligeramente diferente, que parece llegar hasta la mitad de la cabeza aproximadamente.
A su vez, la marca número 8, por su parte, pretende llamar la atención sobre la sospechosa curva que se produce en la imagen que parece prácticamente simétrica con otra situado al otro lado del trazo y que, si logramos aislarla, deja ver una cabeza ancha y redondeada por su parte inferior:

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Hocico ancho y redondeado

Las marcas 4, 5, 6 y 7, que señalan hacia la mitad de las patas del animal, indican el punto en que se puede apreciar la diferencia de forma y pigmentación del trazo, como si en algún momento se hubiera pretendido retocar las patas haciéndolas más largas.
La pata señalada con el número 4 es la más difícil de apreciar dado que la roca está deteriorada por lo que parece una mancha de humedad. Pero la número 5 es lo suficientemente evidente como para casi apreciarlo a simple vista:

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Pezuña marcada

En las patas delanteras, tanto el punto señalado con el número 6, como el señalado con el número 7, marcan un ligero engrosamiento del trazo que, a mi entender, delata lo que se puede considerar la pezuña del animal y la unión del trazo original con el añadido posteriormente.

Así que, en un segundo asalto a la imagen, ayudado esta vez de programas de retoque de imágenes digitales, he suprimido la parte de la imagen en la que se ha utilizado un pigmento más claro y el trazo es diferente. Y esto es lo que ha resultado:

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Hipopótamo al fin
Yo no sé a ti, pero yo tengo clarísimo qué animal representa. Ahora tiene sentido el tronco grueso y largo y una cabeza ancha y larga también. ¿No te parece?

Pero ¿es posible que aquellos artistas rupestres de los alrededores de la laguna de La Janda hubieran podido observar a hipopótamos salvajes?
En principios sí. Por lo menos si nos alejamos al menos unos 10.000-12.000 años aproximadamente.
Según el profesor de Arqueología y Bioarqueología de la Universidad de Leiden, Thijs van Kolfschoten, en su artículo The Eemian mammal fauna of central Europe, publicado en el Netherlands Journal of Geosciences , 2000, 269–281, sostiene que el hipopótamo común nadaba y corría por el sur de Europa, sudeste asiático y África del Norte durante la época interglaciar Riss-Würm y el Pleistoceno tardío (que traducido quiere decir hasta hace 10.000 años; año arriba, año abajo).
Por tanto, según esto, no sería extraño que este animalito fuera vecino de nuestros antepasados en la Laguna de la Janda y en los abundantes humedales de su entorno, de la misma forma que hoy perduran en los grandes humedales de la parte central del continente africano . Y que alguien sintiera la necesidad de dejar constancia de su presencia en las pinturas del Tajo de las Figuras para que nosotros podamos hoy pasar un buen rato hablando de ello.

Hippopotamus_Egypt_fayence_Berlin_1
Escultura de fayenza del Imperio Nuevo de Egipto (en torno a 1500–1300 a. n. e.), cuando el hipopótamo común todavía se extendía a lo largo del Nilo.

Y algo que no se puede olvidar es que, indirectamente, se puede datar de forma aproximada la pintura en cuestión. O al menos se puede decir que en el peor de los casos, no tiene menos de unos 10.000 años, que no es poco.
Lo que ya no me queda tan claro es quién se entretuvo en retocar la imagen original. Me da que pensar que seguramente fue alguien que existió tras la extinción de hipopótamo y cuyo desconocimiento del animal hizo que “mejorara” la figura para que se pareciera más a otro animal conocido por él y sus congéneres. ¿Un caballo seguramente? Posiblemente.

De todas formas, mi agradecimiento también va hacia él, ya que, en el fondo, es el auténtico responsable de este divertido rato tratando esta curiosidad del Arte Sureño.



Nota: Las imágenes de las pinturas rupestres han sido realzadas mediante tratamiento digital y no reflejan fielmente los colores auténticos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

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