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lunes, 15 de julio de 2019

Pisteando por las fronteras de Marruecos

Mi amigo Rafael y yo pertenecemos al Club Land Rover Todo Terreno.

Somos los afortunados dueños de un Santana del 83 y de un Discovery del 95, respectivamente. Bueno, lo de "dueño" es tan solo una figura poética porque en realidad, cuando viajamos en su interior, sólo llegamos hasta donde nuestro vehículo quiere. Aunque el caso es que normalmente quiere hasta sitios donde no todos los coches llegan. Y eso, para nosotros, ya es más que suficiente.

Este año hemos coincididos en algunas rutas con otros amigos landroveros y de esta forma, los dos  hemos fraguado un plan: Viajar a Marruecos y recorrer la frontera argelina y saharaui por pistas. Lo más junto posible a ella y todos los kilómetros que nos permitan las circunstancias.

Rafael se ha puesto mano a la obra y ha eleborado una serie de rutas que nos llevará desde Tánger hasta Esmara, casi 2800 kilómetros de pistas off road (casi exclusivamente).

En total han sido 15 días, aunque dos de ellos fueron de regreso, uno lo pasamos sin movernos de Figuig de visita turística y otro en Tata descansando y arreglando algún que otro desperfecto de mi coche.
En la imagen, en rojo nuestro camino
Han sido 11 tracks los que he grabado a nuestro paso. Están comprimidos en un archivo ZIP protegidos con una contraseña que puedes encontrar en los comentarios. Haz clic sobre la flecha para descargarlos:


Si las quieres ver antes en Wikiloc, estos son los enlaces:

1/11 M'Diq-Alhucemas

2/11 Alhucemas/Nador-Chott Tigri

3/11 Chott Tigri-Ich-Oasis de Figuir-Ksar Zenaga

4/11 Oasis de Figuig-Mengoub-Beni Tajjite-Ksar Tazougart-Boudenib

5/11 Boudenib-Erfud

 6/11 Erfud-Merzouga-Tafraout Sidi Ali

7/11 Tafraout Sidi Alí-Tagounite-M'Hamid El Ghizlane

8/11 M'Hamid-Tissint

9/11 Tata-Garganta de Timkit-Mina de oro de Imlioua-Agrd Tamanrt-Icht

10-1/11 Fam El Hisn-Assa

10-2/11 Assa-Campamento cerca del Draa

11/11 Campamento cerca del Draa-Esmara

Y una imágenes para que te hagas una idea de cómo es aquello, aunque lo suyo es ir en persona porque todo lo que puede transmitir esos paisajes no se puede encerrar en una máquina de fotos.





jueves, 15 de marzo de 2018

La Ciudad Perdida

Al oeste del Ksar Tanamuste existe una ruta que atravesando el cauce del Ziz se introduce en la garganta de Chaï er Ras, una zona rica en fósiles y transitada por bastantes camiones pero no por eso menos bonita.
Al otro lado de la garganta te encuentras con un enorme valle presidido por la mole del Aferdou N'Choualhein. A pesar de su aparente sequedad, te cruzarás con rebaños de cabras, dromedarios y burros y no precisamente pequeños. Puede ser que algunos pastores te salgan al paso sabiendo que los viajeros siempre llevan algo que puede despertar su interés: bebida, comida, tabaco, ropa...
 El valle se termina estrechando y te obliga a pasar sobre el cauce de algún afluente del Gheris, que ya te anuncia que se encuentra cerca.
La Ciudad perdida se encuentra justo en su orilla, sobre un promontorio de roca, abriéndose en abanico hacia su cara norte.
Fotografía propiedad de Google. Tomada de Google Earth.

Su nombre es Ksar Ba Hallu. Más que perdida está abandonada y en estado ruinoso, aunque todavía se puede apreciar la distribución de sus calles, casas, torres y murallas.
Desde su posición se pueden controlar el paso hacia el norte, por lo que sería en punto estratégico para el comercio de caravanas, así como de control militar de la zona.
Desde sus murallas se aprecia el enorme cauce del Gheris en su paso hacia la unión con el Ziz, un poco más abajo, para formar el río Dsoura, que se internará en el desierto de Argelia, cuyo límite fronterizo se encuentra a 35 kilómetros en línea recta.


Desde la hamada, el cauce blanco del Ziz y las dunas de Erg Chebi en el horizonte






 











jueves, 1 de marzo de 2018

Oasis de Saf Saf

Al este de Arfud, atravesando parte de la hamada y aproximándonos a la zona fronteriza con Argelia, existe la posibilidad de ver algunos oasis que sobreviven en los cauces de los ríos aparentemente secos.
Allí solo te cruzas con algún camellero que acompaña a sus animales mientras ramonean las acacias que nacen en los cauces, con algún camión dedicado a la faena de arrancar metros y metros de roca fosilífera para que todos nos traigamos el consabido recuerdo de nuestro paso por estas tierras o con viejos pueblos semiabandonados que se vienen abajo con la poca lluvia que les cae encima.
Por el camino dejamos atrás un par de oasis delatados por sus palmeras, escondidos en rincones solitarios de este desierto que habrá que visitar con más tranquilidad, porque hoy hemos gastado parte del tiempo en salvar la zona militar y sus dichosas pistas prohibidas, obligándonos a llegar campo a través por el cauce del río y su interminable fondo de arena.
Pero la recompensa es más que suficiente. Agua que brota del suelo y grandes charcas del río repletas de agua que mantiene la vida en este punto tan apartado.
Mientras paseo río arriba y abajo, descubro en una de sus orillas algo impensable: un self-service de fósiles. Llévate algo y deja diez dírhams en la cajita, no seas malange.
Proseguimos en dirección a Merzuga cuando ya el sol cae y da a la arena de las dunas ese color rojo anunciando que el fin del día se acerca.

















sábado, 14 de marzo de 2015

Del Draa al Ziz (IX)

Es nuestro último día en el desierto. Mañana enfilaremos la carretera hacia el Norte y habrá que despedirse de este sitio singular. Pero hoy no nos quita nadie que demos una vuelta por el Erg Chebbi, el gran complejo dunar de esta parte de Marruecos.
Así que después de desayunar  muy temprano nos disponemos a dar una vuelta a pie por las dunas cercanas a nuestro albergue, sin necesidad de coger el coche. Pudimos observar como la proximidad ya de la primavera se nota en las plantas que aparecen sobre la arena y sobre algunos animales, que se encuentran más activos que de costumbre.
Pudimos ver algunos de los campamentos para que los turistas pasen su “noche en el desierto”… a no más de 200 metros del albergue, jeje.
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Un poco más tarde fue el momento de coger el coche y rodear estas dunas por las pistas que recorren la hamada y que unen a Merzuga con Arfud y otros pueblecitos de esta parte.
La primera sorpresa, tras pasar por un sencillo cementerio que destacaba por sus piedras hincadas en la arena, fue el pueblo abandonado de Mfis. Yo lo recuerdo (fue en 2010 cuando pasé por aquí) lleno de gente jugando al fútbol; todos eran hombres jóvenes, ni niños, ni viejos, ni mujeres. Me chocó pero luego comprendí la razón: la zona fronteriza con Argelia está a una decena de kilómetros, más o menos, y los paisanos habían sido “invitados” a coger su residencia en otros pueblos de la zona y éste estaba ocupado exclusivamente por militares, que guardaban sus uniformes para cuando la ocasión lo requiera. Hoy está vacío y sus casas se están cayendo poco a poco. Los militares (un puñado, supongo) se han trasladado a un edificio cercano con grandes antenas.
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La única actividad que vimos cerca del pueblo estaba en la falda de una de las lomas de enfrente. El ruido intermitente de un motor y el trasiego de dos o tres personas junto a unos montones de rocas negras delataba la presencia de una mina.
Nos acercamos y pudimos comprobar que la mina era una grieta en el suelo de poco más de un metro de ancha y muchos de profundidad, donde era de suponer que habían bajado algunas personas y que tras excavar una roca que a mí me pareció Galena, era izada al exterior con ayuda de una grúa sencilla, similares a esas utilizadas en la construcción.
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Enfilamos hacia el norte por una amplia explanada de decenas de kilómetros y que acaba por nuestra derecha en tierras argelinas. Marchamos de forma descuidada por este llano paisaje, dejando a nuestro lado una hermosa vista de las dunas del erg, cuyo color rojizo contrasta mucho con la pierda negra por al que nos movemos.
A nuestro paso van apareciendo pequeños asentamientos de nómadas que aun conservan algunos rebaños de cabras y dromedarios pero que complementan sus ingresos con los turistas que pasamos por las inmediaciones. Un te amargo del sur, debajo de la lona de una jaima, siempre sienta bien.
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El atardecer de la despedida nos pilló en una zona elevada desde la que pudimos tener un bonito recuerdo de este viaje
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