jueves, 1 de marzo de 2018

Oasis de Saf Saf

Al este de Arfud, atravesando parte de la hamada y aproximándonos a la zona fronteriza con Argelia, existe la posibilidad de ver algunos oasis que sobreviven en los cauces de los ríos aparentemente secos.
Allí solo te cruzas con algún camellero que acompaña a sus animales mientras ramonean las acacias que nacen en los cauces, con algún camión dedicado a la faena de arrancar metros y metros de roca fosilífera para que todos nos traigamos el consabido recuerdo de nuestro paso por estas tierras o con viejos pueblos semiabandonados que se vienen abajo con la poca lluvia que les cae encima.
Por el camino dejamos atrás un par de oasis delatados por sus palmeras, escondidos en rincones solitarios de este desierto que habrá que visitar con más tranquilidad, porque hoy hemos gastado parte del tiempo en salvar la zona militar y sus dichosas pistas prohibidas, obligándonos a llegar campo a través por el cauce del río y su interminable fondo de arena.
Pero la recompensa es más que suficiente. Agua que brota del suelo y grandes charcas del río repletas de agua que mantiene la vida en este punto tan apartado.
Mientras paseo río arriba y abajo, descubro en una de sus orillas algo impensable: un self-service de fósiles. Llévate algo y deja diez dírhams en la cajita, no seas malange.
Proseguimos en dirección a Merzuga cuando ya el sol cae y da a la arena de las dunas ese color rojo anunciando que el fin del día se acerca.

















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