Hoy será un día tranquilo. Espero. El cielo sigue nublado y tengo que tener mi impermeable a mano, pero no hará calor, lo que ayudará a hacer el camino más relajado.
Desde el albergue de Leces tengo que buscar el mar, así que cojo el camino rumbo a un pueblo llamado La Vega que está por estas lomas. A mi paso puedo notar la diferencia entre la vegetación autóctona (a la derecha en la foto) con el resultado de haber plantado eucaliptos (a la izquierda). Es de pena.
Este pueblo se conserva bien. Sus calles y sus casas se ven muy cuidadas. Y cuenta con buenos ejemplos de los clásicos hórreos asturianos.
Después de varias praderas y de algún que otro bosquecillo de los dichosos eucaliptos (en uno de ellos, el pintor de flechas amarillas parece haberse vuelto loco), salimos de nuevo a la costa, donde se suceden algunos acantilados con algunos arenales, junto con algún que otro pueblo de veraneo, que ahora están muy tranquilos.
Al poco de pasar por un sitio llamado La Isla, nos desviamos hacia el interior, en dirección a un sitio llamado Sebrayo, donde está el próximo albergue de peregrinos.
A mi paso empiezo a ver los primeros cultivos de manzanos dedicados a la fabricación de la conocida sidra asturiana. No hay que olvidar que nos estamos acercando a Villaviciosa, sede de las mayores ¿bodegas? de esa bebida.
Atravieso sitios tan bonitos como este valle, con aldeas pequeñas que conservan ese aire rural antiguo y que parecen estar vacías, cuya paz y tranquilidad solo se rompe por el movimiento de alguna vaca despistada o por los gritos de algún ánsar peleón, porque con el día como está, ni los perros quieren salir de sus casetas.
Así que yo continuo mi camino en silencio, aunque con el ruido de mi impermeable asusto a un jabalí rechoncho que se apresura a esconderse de mi entre los helechos y que no puede evitar dejar su rastro en el barro del sendero.
Poco a poco sigo avanzando por estos campos y solo paro para descansar y comer algo en esta especie de capilla, hoy ya vacía, que me encuentro a mi paso.
Aunque de haber sabido a la “mala gente” que me iba a encontrar en el albergue, mejor hubiera sido que me hubiera quedado a dormir en ella.
(Un saludo para todo el equipo, menos para los dos que se bebieron nuestro vino y se comieron nuestras patatas con huevos)