jueves, 11 de agosto de 2011

Llanes – Ribadesella - Leces

Me despido de Llanes con un cielo encapotado y gris, pero no si antes llevarme alguna sorpresa agradable como esta casona con su palmera al lado.
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A partir de aquí voy a a pasar por zonas de veraneo que hoy se encuentran vacías o casi. Donde hay una playa, se acumulan los “agobiados”, perdón, los adosados y locales de ocio, pero que a mi paso están cerrados y con las persianas bajadas, dando una sensación de soledad para mi gusto, algo insana comparada con la sensación de soledad que se siente cuando se anda entre árboles y piedras. O entre hórreos, como es el caso de la foto.
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A lo mejor, esa sensación de estar solo es lo que anima a algunas personas a no utilizar los cuartos de baño de las viviendas (la señora de la foto acaba de salir por la puerta más clara). O quizás es más sano respirar el aire de la mañana que el cargado del interior. ¿Quién sabe?
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El caso es que sigo avanzando hasta encontrarme con la ría de Barro, que tengo que rodear por un puente situado junto a esta bonita iglesia situada sobre un saliente sobre la arena y cuyo reflejo en el agua es posible que sea una de las cosas más fotografiadas de todo el camino. Estoy en Niembro.
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La belleza de este paisaje es indiscutible, aunque la mano de los humanos esté siempre presente sobre ellos.
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Cuando el tramo del camino discurre por el interior, la cosa es diferente. La plaga de ese bicho llamado “veraneante” y sus efectos es apenas apreciable. Las cosas son sencillas y la gente es más abierta, como este hombre de más de ochenta años que todavía (¡para entretenerse!) agarra ese pedazo de guadaña y cortas unos metritos de yerba, allí donde los medios mecánicos no pueden entrar
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Incluso los animales son más confiados y se dejan fotografiar, como esta ardilla que venía corriendo camino abajo y que por poco tropieza conmigo, sorprendiéndonos a los dos, volviendo sobre sus pasos para subir al primer tronco a su alcance…
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…o esa corza que esperó a clic de la máquina para ir a esconderse en el monte…
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…y esta rolliza vaca que parece que saluda al pasar a su lado.
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Poco a poco me voy acercando al río Sella, famoso por sus bajadas en canoas, hasta llegar a Ribadesella, separada en dos por la ría y poseedora de una de la cuevas con pinturas rupestres paleolíticas más conocidas de la cornisa cantábrica: la Cueva de Tito Bustillo.
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La tarde se ha metido en agua. Aprieto el paso porque aun me queda que recorrer unos kilómetros y subir un poco, hasta llegar a un sitio llamado Leces, donde voy a pasar la noche. Pero antes voy a buscar algunas provisiones porque esta noche no va a estar el tiempo como para salir.

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