sábado, 25 de abril de 2015

Nura, Meloussa, Minorica, Al-Manurca, Menorca

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Cualquiera de esos nombres se refiere a una preciosa isla situada en medio del Mediterráneo, reserva de la biosfera desde hace ya más de 20 años y que se ha ganado el nombre por oposición a su hermana mayor (Mallorca) situada a poco más de 45 kilómetros al sur, equidistante entre Europa y África y entre las penínsulas Ibérica y la Itálica.
Es un pequeño conjunto rocoso (aproximadamente 50 X 17 kilómetros), ligado a las cordilleras Béticas que, en la península Ibérica, arrancan en el peñón de Gibraltar, recorren Andalucía hacia el Noroeste, atraviesan tierras del Levante peninsular, se sumergen en el Mediterráneo y afloran de nuevo en las islas Baleares. Uno de estos afloramientos es Menorca.
Aunque por su tamaño podría parecer otra cosa, en realidad está formada por dos zonas muy distintas. Una norte formada por terrenos muy antiguos (era Primaria y Secundaria) y otra mitad sur de origen más moderno (era Terciaria). Esto es así porque hace unos 12 millones de años, esta mitad sufrió un proceso de inundación del mar que hizo que se desarrollaran arrecifes de coral que, a su vez,  han dado lugar a la formación de las rocas calcáreas y a los suelos que hoy podemos encontrar en ella.
Tanto su flora como su fauna son las características de los biotopos mediterráneos nuestros, aunque se puede disfrutar de algunas subespecies de lagartijas. En lo que a vegetación se refiere, podrás ver acebuche, encina y diversas variedades de pino entre las de porte alto. Lentisco brezo, murta, adelfa, zarza… entre las principales de porte bajo. Y en cuanto a la fauna, encontrarás pequeños mamíferos (conejos, murciélago, ratones…), reptiles (tortuga mediterránea, lagartijas, serpientes…), insectos y una larga lista de aves (en función del biotopo que pises). Y en temporada, es visitada por algunas aves emigrantes africanas.
En cuanto a la especie humana, está presente en la isla desde el Neolítico. Fueron personas procedente seguramente de la península y que hasta la llegada de comerciantes y conquistadores de otras partes del Mediterráneo, tuvieron tiempo de desarrollar tres culturas diferentes:
  • Una primera aun poco conocida, integrantes de la Cultura del Argar del levante andaluz, que se manifiesta en cuevas de habitación/enterramiento que se pueden encontrar en bastantes puntos de la isla, principalmente en los barrancos y en los acantilados.
  • Una segunda que nos dejaron los monumentos funerarios denominados Navetas.
  • Y una tercera, responsables de los poblados Talayóticos y ese monumento megalítico característico en forma de T denominado Taula.
La llegada de los comerciantes fenicios y griegos, a los que siguieron las aventuras militares de cartagineses y romanos, marca la entrada de Menorca en la Historia.
La rotura de Roma trajo a esta isla a vándalos y bizantinos. La caída del Imperio Bizantino, dejo paso a la Cultura Islámica. Y a la pérdida de poder de ésta, dejó la puerta abierta a las intrigas entre el Reino de Aragón y el de Mallorca hasta la desaparición de éste último. Desde aquí, la historia podría haber sido similar a la de cualquier otro pueblo ibérico si no fuera por los periodos de ocupación inglesa y francesa de la isla en el siglo XVIII y alguna que otra curiosidad a lo largo de los siglos XIX y XX, que ocuparían demasiado sitio aquí y que puedes encontrar en cualquier libro de historia.

sábado, 11 de abril de 2015

Meknes, la capital dorada

Las cuatro capitales históricas de Marruecos (Marrakech, Rabat, Fes y Meknes), como Sevilla, tienen su propio color. Si Marrakech es la Roja, Fes es la Azul, Rabat es la Verde, Meknes (la Mekínez de los antiguos colonizadores) es la Dorada, y en los barrios populares, las casas lucen ese color amarillo cálido.
Su casco urbano está claramente definido por el río. En la orilla oeste, la antigua ciudad imperial rodeada por más de 20 kilómetros de murallas y la medina antigua. En la este, la ciudad moderna planificada al estilo europeo.
Su nombre hace alusión a la tribu que la fundó, los Meknasa, y al principio era conocida como Meknes ez-Zeitun (Meknes de los Olivos), algo así como el Jaén andaluz, por la cantidad de aceite que se producía ya en épocas de los romanos.
Su historia es complicada en épocas anteriores a la llegada de Mulay Ismail (que vivió a caballo de los siglos XVII y XVIII), quien la dotó de construcciones fastuosas a imitación del Versalles francés pero que duraron poco dado la mala calidad de los materiales de la época. Mulay Ismail era un admirador de Luis XIV, a quién llegó incluso a pedir la mano de una de sus hijas para estrechar lazos, cosa que no llegó a cuajar y se tuvo que conformar con las 500 mujeres que ya andaban por su harén.
Cuando vayas a Meknes, tus pasos se dirigirán con toda seguridad hacia la puerta más llamativa de toda la ciiudad: la Bab Mansur, que precisamente hoy, mala suerte, no luce mucho por las obras de la muralla.
Tras ella se esconde una tranquila plaza ajardinada que se comunica con otra mayor donde se encuentra la puerta de Mulay Ismail, llamada así porque junto a ella se encuentra la tumba de este monarca. Para verla hay que entrar en el interior de la mezquita que hay a la izquierda (visitable cualquier día menos el viernes que es día de rezos). No te la pierdas, te gustará.
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La mezquita que aloja la tumba de Mulay Ismail se encuentra junto a la puerta de su mismo nombre, junto a la plaza de los tratantes de lana.
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Como te dije, es visitable, aunque no los viernes, obviamente. Tras pasar junto a la fuente de agua que recibe a los fieles, se pasa por una sucesión de patios decorados con azulejos hasta llegar al último, decorado también con una fuente central. Además de alguna puerta cerrada que da paso a pequeños cementerios de gente señalada, el patio final está decorado con un sencillo reloj de sol, un mihrab, una ventana (a la derecha) y una puerta a la izquierda.
La puerta da paso al interior de la mezquita en sí y al mausoleo de Mulay Ismail. Si te descalzas y penetra por ella, tras acostumbrar tus ojos a la penumbra, te encontrarás en una hermosa habitación con suelos y paredes decorados con azulejos, puertas policromadas y escayolas de fantasía en los techos y paredes. En el centro, una pequeña fuente que aporta un sonido muy agradable y en uno de sus lados, otra puerta que da paso al mausoleo. Al fondo de esta segunda habitación y protegido por una celosía de madera, la tumba de Muley Ismail. A su alrededor, gruesas alfombras de lana amortiguan los pasos de algunos fieles. Esta habitación sólo es pisada por los creyentes, aunque puede ser observada desde la ventana del patio exterior. Sentado en la puerta siempre hay el cuidador del mausoleo que suele aceptar algo de ayuda económica para el sostenimiento del monumento.
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Pero Meknes tiene muchas puertas, que te irán saliendo al paso de tu recorrido por los alrededores de la ciudad imperial y la medina que la rodea. Y eso es así porque cada barrio tenía su muralla y sus puertas, que en tiempos, se cerraban de noche y cuando se producían disturbios.
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Ma-440Ma-441Ma-442Ma-443Ma-444Ma-445Ma-446Ma-447Ma-448Ma-449Pero hay que ir por orden. Si empiezas tu recorrido de Meknes por la ciudad imperial darás un largo, largo paseo siguiendo su recién restaurada muralla, por lo que si no estás dispuesto a gastar suela de zapatos, te aconsejo que cojas uno de esos coches de caballo.
Podrás disfrutar de la fachada del Palacio Real y de Estanque de Agdal, junto al que verás la enorme mole de los Suani, un inmenso granero del siglo XVIII formado por un buen puñado de enormes naves de más de 10 metros de altura cuyos techos están hechos a base de adobe y cañas. Cercano a ello se puede visitar lo que queda de las antiguas caballerizas del sultán Mulay Ismail, formada por una infinidad de arcadas que van dibujando habitaciones iguales a lo largo del recorrido.
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Pero la visita no estará completa si no te pierdes por algunos de los barrios de su medina. Seguramente, algún guía de esos que abundan por la calle, te hablará de la Mellah o barrio judío, pero puedes ahorrarte la visita. Los judíos se fueron hace tiempo y su barrio sería uno más si no fuera porque aun queda parte del cementerio mejor o peor conservado. Es preferible dedicar ese tiempo en pasear por sus callejuelas llenas de comerciantes y artesanos.
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A la caída de la tarde podrás acabar tu visita en la plaza El Hedim, centro social de la medina y lugar de encuentro de saltimbanquis, titiriteros, cuentacuentos y otra gente, donde seguramente te divertirás sin darte cuenta de los problemas del idioma.
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Volúbilis

Una mención aparte merece las ruinas de Volúbilis. Sus orígenes parece ser que se debe a los cartagineses, pero por las guerras entre estos y Roma, terminó en manos de los romanos, bajo cuya influencia cultural se mantuvo hasta la llegada del Islam en el siglo VII, a pesar de que fue casi abandonada mucho antes.
Su importancia en aquella época era debida a la gran producción de aceite y cereales, tanta que son innumerables los restos de molinos que se encuentran entre sus casas.
La gran actividad económica atraería multitud de mercaderes y funcionarios, lo que hizo que se multiplicaran en sus barrios las grandes casas con estanques decorados y patios provistos de hermosos mosaicos. También abundan los edificios oficiales y un majestuoso arco del triunfo dedicado a Caracalla.
Las ruinas se encuentran a unos 20 kilómetros al norte de Meknes, cerca de la ciudad santa de Mulay Idris, cuya silueta blanca recuerda a cualquiera de nuestros pueblos serranos.
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