domingo, 29 de agosto de 2010

Camino de Santiago: Deba - Markina

Ésta es la etapa negra de este tramo del camino. Las fuertes pendientes y el hecho de que no haya posibilidad de dividirla ante la inexistencia de albergues antes de Markina es lo que que le ha dado esa fama de rompepiernas. Pero aquí no hemos venido para pensar en ella, sino para hacerla.

El día amenaza lluvia, pero al final se convierte en el más caluroso hasta el momento. Deba respira tranquilidad a esta hora de la mañana, rota casi exclusivamente por nosotros.

Empezamos a subir nada más salir del pueblo. Vamos pasando por diferentes caseríos y aunque el mar no pilla lejos, poco a poco lo vamos dejando atrás y nos vamos metiendo en un paisaje más campero, por sitios que recuerdan a los valles alpinos, aunque no estamos a mucha altura sobre el nivel del mar (entre 0 y 200 metros).

A media mañana estamos en Olatz, un pueblecito del camino en el que hay un agradable bar (venta, que diríamos en Andalucía) que nos sirve para reponer algo de fuerza antes de enfrentarnos al monte Arno y sus casi dos horas de subida.
En ese punto nos cruzamos con un peregrino francés que regresa a casa (también a pie) y que se ha construido un ingenioso carro donde lleva todas sus cosas:

La subida comienza por una cómoda pista de cemento que más tarde se convierte en vereda, alternando con pistas forestales.

La combinación del Arno y la mochila es un explosivo y hay que echar mano de toda la concentración posible para no darse media vuelta y volver en taxi. Pero la belleza del paisaje y la soledad que te acompañará todo el viaje, hace que no pienses nada más que en seguir adelante, ayudadas eso sí, con una ración extra de chocolate con almendras, mientras disfrutas de ambas.


En la cima, habremos subido a unos 500 metros sobre el nivel del mar en unos 4-5 kilómetros, y estamos en la linde entre Vizcaya y Guipúzcoa. Pero tranquilidad que aun te quedan 4 0 5 más para comenzar el descenso.

Casi llegando al final, cuando la calor ya hace de las suyas, viene una fuerte bajada de la vereda que desanima hasta a algunos ciclistas que la bajan también a pie junto a nosotros.Son los últimos 2-3 kilómetros antes de llegar a la meta.

A la entrada a Markina se pasa ante un viejo edificio que parece que se mantiene en pie con cierto trabajo pero que todavía te causa admiración y, más adelante, junto a una ermita que guarda dentro una sorpresa.

Los vascos dicen que lo que más trabajo les costó meter dentro fue la imagen. Las cosas.

El albergue está situado en un antiguo convento que aunque no tiene demasiadas plazas, sí cuenta con todos los adelantos posible (incluido microondas ¿verdad Manu?).

En esos días estaba a cargo de Juan José Mateu, un hospitalero experimentado y muy amable que te facilitará la vida todo lo que esté en su mano.

domingo, 22 de agosto de 2010

Camino de Santiago: Zumaya - Deba

Hoy, para desayunar, se nos han unido nueva gente como Violeta, que recorre el País Vasco en bicicleta y que lleva sentido contrario al nuestro. Suerte, Violeta.

Como verás nuestros desayunos son de lo más tradicional que hay, aunque algunos, de vez en cuando les apetezca algo más “exótico”, como unos calamaritos fritos con chocolate ¿verdad, Lucas?

Hoy nos lo vamos a tomar con más calma de lo habitual y hemos decidido permanecer unas horas en Zumaya. El motivo es la fiesta de Santiago.

Resulta que Zumaya es el pueblo del pintor Zuloaga, donde vivió y cuya casa se ha convertido en museo en su memoria. Y ocurre que en la capilla de la propiedad existe una imagen de Santiago (al que los lugareños siguen llamando Matamoros, como en la edad media, je, je) y al que los herederos del pintor han decidido honrar con un paseo en procesión y un acto religioso. Y para eso han invitado a cuanto peregrino se les ha puesto a tiro, entre ellos, a nosotros. Así que aquí nos tienes, invitados a la fiesta.

La iglesia es pequeña y no cabemos todos, así que el grupo acuerda dejar la sidra para otra ocasión, recoger las mochilas y tirar para Deba. No está lejos, pero algo adelantamos. Así que decimos adiós a Zumaya.

Por el camino, atravesamos un par de bonitos valles, donde no falta muestras de buen humor, e incluso podemos descansar saboreando una botellita de sidra casera fresquita que alguien pone a nuestro alcance (por el módico precio de 1,10€ que hay que echar voluntariamente en la caja, claro). Con una botella de agua vacía improvisamos un par de vasos y damos cuenta de la botella que queda en el cesto.

Sin embargo, no te confíes. El tramo desde Zumaya a Itziar es una subida constante que hará que tu mochila parezca más grande a cada paso.

Después, una bajada diabólica hasta el mismo Deba te hará tener ganas de bajar rodando.

Deba es un pueblo pequeño y tranquilo, y la noche algo lluviosa no da para mucho, así que lo mejor es reunirnos alrededor de la mesa y recordar los últimos momentos.

El albergue es grande y cuenta con bastantes camas. Lo cuida con esmero Patxi y está situado en la parte alta del pueblo, muy cerca del sitio por donde se llega, pero no está bien indicado, por lo que es conveniente preguntar a alguien antes de usar los ascensores para bajar al centro.
A nuestro regreso al albergue, nos acompaña una solitaria luciérnaga a la que no me he podido resistir fotografiar..

domingo, 15 de agosto de 2010

Camino de Santiago: Orio-Zumaya

La cena de anoche nos ha convertido a algunos en miembros de un grupo. Desayunamos de nuevo todos juntos y Rosa nos acompaña.

La foto de despedida es una excusa para estar un poco más en este sitio. Se nos hace difícil despedirnos de esta hospitalera y de su magnífico sitio, pero el camino es así. De todas formas seguramente nos veremos en Zumaya al día siguiente con motivo del día de Santiago, así que la pena es menor.

Atravesamos la ría de Orio por el puente que hay en el centro del pueblo. Luego hay que seguir su orilla izquierda en dirección a los montes que vemos enfrente y cogeremos la vereda que corre por ellos a media altura. Si se quiera se puede tomar la carretera que va costeando; es más llana, pero no hemos venido para andar por alquitrán, así que dejamos el asfalto abajo y comenzamos a subir.

La vista que nos despide de Orio no tiene desperdicio, nada más que por ella merece la pena este sendero.

Esta vía no tiene mucha dificultad y el terreno ya está casi seco de las lluvias de días pasados.

Casi sin darnos cuenta, vamos subiendo poco a poco por un valle precioso, rodeado de viñas que para nada te recuerda tierras brumosas del norte. Al final, tras una última subida, coronamos este cerro y nos encontramos de cara con un enorme trajín que provoca un gran camping que hay en la cima. Pero también tenemos nuestra recompensa. Ya casi podemos ver las casas de Zarautz y algo más lejos, parte de la costa a la que nos dirigimos

Aquí puedes tomar dos caminos: bajar por la carretera en que te encuentras o tomar a la derecha un sendero que bordea el camping. Ambos caminos te llevarán al mismo punto, el final de la playa de Zarautz.

Zarautz es una ciudad turística típica. Mucha gente,mucho follón, y tiendas de marca. Si fuera otra época daría una vuelta por el casco antiguo, pero ahora hay demasiada gente. De todas formas, a mi paso puedo ver algunas casas que respiran tranquilidad.

Me reúno de nuevo con el grupo en la playa y tomamos el camino de salida hasta Getaria.
Tenemos que ir por una especie de paseo peatonal paralelo a la carretera que es usado por cientos de personas que van de un pueblo a otro. Es bonito, pero hecho en falta la soledad del monte.

Getaria es un pueblo marinero, cuna de Elcano al que se le dedica un gran monumento a la entrada. Hoy hay fiesta y a nuestra llegada nos encontramos con que se está celebrando una carrera en la que los corredores pasan junto a nosotros, al público y los paseantes, sin ninguna separación, por lo que tenemos sensación de pertenecer al espectáculo.

Pasamos de la carrera y del jaleo y buscamos un bar tranquilo para dar cuenta de unos vinos y unos "pinchos" para coger fuerzas nuevamente. Lucas, el "escocés" se nos deja caer con una bolsa de aperitivos en vez de esos pinchos de tortilla que vemos en el mostrador. No me lo puedo creer.

A partir de aquí, caminamos entre campos de vides y granjas de vacas, por lomas más suaves y que siguen sin perder de vista el mar.

Zumaya aparece casi de improviso ante nosotros. Es un pueblo precioso, que corre a lo largo de una ría y que cuenta con un par de playas a un lado y otro del casco urbano.

Decidimos quedarnos en el albergue de Kike, en el centro del pueblo. Una gran casa con jardín, en la que se ha habilitado el bajo con las camas y los servicios necesarios.

Esta noche habrá gran cena de nuevo, esta vez a cargo de Daniel y Eulalia asistidos por sus cinco hijos: Alexandra, Pedro, Daniel, Ana y Julia, a la que se une Goro, un canario recién llegado que lleva dos días esperando su mochila que desapareció entre el equipaje del avión que lo trajo desde su tierra, y que ha “sobrevivido” conviviendo un par de días (como un rey, por cierto) en la comunidad de Las Doce Tribus de la que te hablé en el camino de Irún a San Sebastián.