jueves, 30 de noviembre de 2023

Una información que vale su peso en oro

Siguiendo las indicaciones de la patrulla militar que se encontró con nuestro campamento (me lo dejaron muy claro), la única pista posible hacia el sur desde aquí es la de Bir Anzeran, así que esta mañana toca desayuno y despedida del vigilante de los grabados y su esposa. Han sido dos personas muy amables, con las que hemos podido charlar y aprender cosas de esta tierra.

A partir de aquí solo habrá terreno llano y cómodo debido a la arena . La palabra que se me ocurre es simplemente GRANDE. Serán algo más de 300 kilómetros de pista que yo haría tranquilamente en dos etapas (a mí me gusta curiosearlo todo), pero... las circunstancias son las que son. Así que... ¡como si me persiguieran!

Desde Laghchiuat era necesario salir a la carretera que unen a El Aaium y Bucraa con Guelta Zemmur. Es sólo un rato de coche. Eduardo deja el grupo, debe embarcar en unos días y no dispone de más tiempo. En la carretera hay un pequeño asentamiento con un café (bueno, más bien en proyecto aún), aprovechando el paso del autobús para los que desean ir a El Aaium. Lo más destacable es la cantidad de basura que hay por todos lados. No entiendo como pueden originar tantos desechos plásticos tan pocas personas. Y como pueden tirarlos y amontonarlos en las puertas de sus casas. Supongo que el viento la esparcirá por todo el desierto y la arena la enterrará en el próximo siroco. Un ejemplo típico de lo que pasa en todo el planeta.

En fin. Decimos adiós al compañero y comienzo la búsqueda de la pista que arranca enfrente mismo de la aldea. No es difícil seguirla. Es ancha, bien marcada y de tierra dura. Estamos Joaquín y yo solamente.

El viaje lo ameniza una señal en la radio que no es clara pero que parece como si alguien lejano estuviera en la misma sintonía. Al principio es soportable, pero la insistencia la hace ya molesta. Es mejor cambiar la frecuencia y listo. Ahora que el terreno es llano probamos con los aparatos de CB de que disponemos, pero la señal no es todo lo clara que nos gustaría, así que seguimos como antes.

Voy viendo en el mapa los nombres de las zonas por las que voy pasando: Guetem Laarad, Legtem, Hofrat Laayerma, Solb Taiaret... Supongo que deben ser nombre saharauis porque no me suenan al árabe marroquí ¿Será Hassanía? 

No vemos ningún signo de vida en este primer tramo. Es comprensible. Son viejas zonas de pastos que hoy solamente están salpicadas de pequeñas islas de acacias en el mejor de los casos, unidas por mares de arena. Son ya 7 años sin caer una lluvia decente.

En una de ellas hacemos un descanso. Compruebo que estoy equivocado con respecto a la fauna. Además de las pisadas de dromedarios, compruebo que hay bastante de reptiles, pajarillos y un rastro de un ave de mediano tamaño que se dedica a circular entre los árboles supongo que detrás de algunos insectos. Me llama la atención un tipo de hormiga plateada que salen de su agujero y que, llevadas por el viento, parecen volar

En mi paseo distingo un brillo a unos 10 metros de mí. Suponiendo que será algún plástico de algunos que ha pasado antes por aquí, me acerco y compruebo que es una moneda que asoma un poco de la arena. La saco y lo que me parecen 2 euros al pronto, resulta ser 10 dirhams marroquíes fechados en 1987 y con la cara del padre del rey actual.Que curioso. Encontrar una cosa tan pequeña en un sitio tan grande.

A unos 100 kilómetros aproximadamente veo unas rodadas que toman rumbo sureste. Consulto el mapa y veo que van directamente hasta encontrase con mi ruta de Auserd y siento ganas de seguirlas, pero no serviría de nada si entra en zona militar, como dijo anoche el oficial.

 La pista no es difícil de seguir. En realidad es la misma que se usó para celebrar el París-Dakar. Se reconoce por los montículos de tierra a ambos lados que servían de señalización. 

La hora de comer nos pilla en una zona bastante pobre después dejar atrás pequeños manojos de árboles. A lo lejos se ve una mancha que parece desde lejos una gran acacia. La realidad es otra. Sólo es una pequeña acacia que ha servido para lo mismo en muchas ocasiones, dada la gran cantidad de latas y otros deshechos a su alrededor. Pero no hay más remedio que conformase con su pequeña sombra, que se agradece como si fuera un tesoro.

Se atraviesa lo que parecen algunos cauces de ríos que confluyen en otro mayor o quizás en una zona inundable, aunque es difícil decirlo con seguridad a ras de suelo. En una de sus riberas situada en alto abundan rocas cristalizadas en colores ocres y con formas curiosas que me recuerdan a corales.

Un último tirón y salimos a una carretera no señalizada en el mapa. Tiene que venir de Bir Anzeran, aunque no es seguro a dónde llega, aunque supongo que a cualquier punto del muro militar que no está demasiado lejos.

Enfilamos al Oeste y en una media hora aparece Bir Anzeran. Afortunadamente hay diesel y lo primero son nuestras máquinas. Hay bar-restaurante pero no hay comida. Afortunadamente cuento con provisiones y en la tienda (hay tienda) están sacando pan fresco. También parece que hay alojamiento, pero sigo prefiriendo dormir en mi colchón.

Es temprano y hay tiempo para charlar con la gente... ya sabes... ¿de dónde vienes? ¿ a dónde vas?... 

Y una vez terminados los cumplidos y seleccionando con mucho cuidado al personal, pregunto por la pista a Auserd. Nadie parece extrañarse (eso es buena señal) y alguien dice las palabras mágicas...

  • ¿quieres ir por los militares o por la otra
¡Joer! las orejas se me ponen tiesas como los duendes...
  • ¿La otra?, pregunto como el que no quiere la cosa.
  • Sí, hombre por tal sitio y tal otro... me dicen.
  • Pero ¿no está prohibida?
  • No, que va, esta no. La de los militares, sí.
  • Y ¿por dónde dices que va? Y en cinco minutos tenía una ruta alternativa para llegar a Auserd.
No me lo podía creer.

Bueno, la patrulla de ayer me indicó Bir Anzeran y aquí estoy. No me dijo nada a partir de aquí. Y si los nativos dicen que no está prohibida ¿quién soy yo para llevarles la contraria, no te parece? :-)

Antes de cenar tenía ya un proyecto de pista. Tan sólo al final, los últimos 50 kilómetros, me generaban dudas. La pista se pierde y no encuentro clara la ruta. Ya veremos cuando llegue allí.

Es hora de cenar y dormir. Nos encontramos a la salida del pueblo una urbanización prácticamente vacía. Su calles están planas y las casa nos quitará el viento que no para de soplar. Una cena ligera y a dormir que mañana habrá aventura (aunque yo todavía no lo sabía).

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martes, 28 de noviembre de 2023

Las piedras azules

Hoy necesito un día tranquilo. Levantarse sin prisas, desayunar sin prisas, dar una vuelta por Esmara sin prisas y reponer algunas cosillas que se han acabado en la despensa, sin prisas también.

Todavía tengo la cabeza llena de la paliza del Saguia y la llegada nocturna a Esmara. Aunque también la tengo de la visión del enorme Gaat que tuvimos el honor de cruzar ayer. No veo el momento de volver.

Pero ahora... dar una vuelta por la esta pequeña ciudad es siempre un placer. Andamos la avenida principal, observar a las personas que van y vienen, sentirse observados por ojos medio ocultos, entrar en la zona comercial aunque aún es muy temprano para eso, comprar algo de fruta fresca (que buenas las manzanas de Midelt), aprovisionarme de té verde (aquí se vende en paquetes grandes de medio kilo y hasta de dos kilos), el pan del día no puede faltar, algo de bollería artesana, una funda discreta para la rueda de repuesto (je,je), artículos de limpieza...

Se descubren cosas curiosas. Aquí, cuando el dueño se ausenta, no hay que dejar carteles. Basta con cruzar una escoba en la puerta para que nadie se moleste en entrar. Grandes estos saharauis.

También que algunas personas hablan castellano con mayor o menos fortuna. Algunos han trabajado en la cercana Canarias, pero que por un motivo u otro han regresado. Otros se siente orgullosos cuando comentan que sus padres o abuelos tienen su DNI guardado, que un dia ya lejano trabajaron para la administración española y que ellos le han enseñado lo que saben de esa lengua. Sinceramente, a mi se me coge un pellizco en el estómago cuando escucho esas cosas y pienso cómo la administración española los abandonó en su día. Y, sobre todo, cómo las sucesivas administraciones ya en democracia, siguen abandonándolos. Lo que sigue ahora me lo cayo porque no es políticamente correcto y no quiero terminar en los juzgados.

Entre el paseo y preparar el coche, arrancamos bastante tarde, pero ¿qué más da? Son apenas 200 kilómetros de terreno llano y arenoso lo previsto para hoy. Además la ruta elegida es la misma del año pasado y entonces no vimos dificultades ninguna. La ruta nueva por las montañas de Amgala que yo traigo preparada se queda en reserva para otra ocasión, militares dixit.

Al atardecer vemos las pizarras azules de Laghchiuat. Tenemos el tiempo justo para echar un vistazo a un buen puñado de grabados. Es buena hora. El sol está cayendo y la luz horizontal favorece que se vean mejor.

Ya casi en la oscuridad formamos el campamento al resguardo del viento con la casa del vigilante. En ello estamos cuando se aproxima un coche desde el sur. No es un coche militar, pero se bajan cuatro militares de él. Ya sabes... papeles... fotografía de las matrículas... de dónde vienes... a dónde vas... El protocolo.

Cuando terminan nos preguntan si tenemos compresor. Han pinchado y no tienen ya rueda de repuesto. Eduardo, con toda amabilidad, le soluciona el pinchazo y le llena la goma. Yo aprovecho para enterarme cómo está la pista que va a Guelta Zemur. Prohibida. ¿Y la que va directa a Ausserd?. Prohibida. ¿Y la que va a Bir Anzerane?. Buena. ¿Y desde allí a Ausserd? Buena.

Eah, solucionada la pista de mañana. Buenas noches.

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domingo, 26 de noviembre de 2023

No hay cinco sin seis

Hoy ha habido que dormir atentos a cualquier ruido tras los acontecimientos de anoche. Afortunadamente no hemos tenido más visitas.

Un desayuno ligero y puesta en marcha. Nada más salir huelo demasiado a carburante. Eso me extraña y barrunto otra aventura. Paro, levanto el capó y busco una pérdida. Veo una mancha sobre la transmisión y miro arriba. Por la parte trasera de la bomba, de una especie de filtro muy pequeño, sale una gota tras otra. No es demasiado pero no me agrada la idea de arriesgarme a tener una avería mayor en mitad de la nada.

Tantán está a menos de 90 km por carretera y allí hay un taller especialista Land Rover. Dicho y hecho. Camino de Tantán.

El taller Bounkhaila está cerca de la entrada y es fácil de encontrar. Me atiende un mecánico corpulento. Le explico que pierde por la bomba y le señalo el sitio concreto. Lo mira, se da media vuelta y se dirige a una estantería cercana. Viene con una bomba similar en la mano y una llave fija en la otra. Desenrosca la pieza que gotea, la examina, le sopla y la deja a un lado. Coge la bomba que ha traído, le quita la pieza que necesito, la limpia, le sopla, la enrosca en mi bomba y listo. La bomba ha dejado de gotear. Esto es un Land Rover y estamos en el desierto. Amo mi Land Rover.

Entre una cosa y otra es ya medio día. Afortunadamente, cerca de aquí hay un par de sitios para comer. No cuesta mucho escoger: el que más humo hay en la puerta. Y tampoco hay que pensar mucho la carta: un tajín en condiciones. La bodega tampoco es para tirar cohetes: entre agua y refresco, yo me decido por un té cosecha reciente.

Mientras, hay que estudiar por dónde acortar la ruta y decidimos que lo mejor es salir por la carretera de Esmara, saltarnos la etapa más montañosa y retomar la ruta en las colinas de Lehmeira. Por el camino, hay que repostar ya a precio del Sáhara. 

A poco de salir vemos al lado de la carretera unas cabañas con el techo cónico. Son de obra y hay un buen puñado de ellas. Luego nos enteramos que se trata de un antiguo cuartel situado junto al monte Abteh, abandonado hace ya bastantes años y que se conserva como atracción turística.

Nos acercamos ya a la marca del Sáhara. Es hora de repostar. Sin embargo, el puñado de gasolineras que hay casi juntas una vez se atraviesa el paralelo 27 están cerradas y la única que tiene actividad está sirviendo carburante a una gran cola de pickups con la parte trasera llena de grandes bidones. A nosotros nos dicen que no. Menudo negocio tienen montado aquí. Afortunadamente aun disponemos de medio depósito o más para llegar a Esmara.

Dejamos el asfalto y ponemos rumbo a las colinas por una pista casi llana, ancha y muy bien de piso, con algo de arena de vez en cuando que la hace aún más cómoda. Al poco atravesamos lo que queda de un viejo muro militar. 

El Gaat Chaititat no se hace esperar. Pronto se abre ante mi una inmensa llanura de más de 30 km de largo por 13 o más de ancho. Un gran fondo de un lago intermitente que se alimenta de todos los ríos de las montañas cercanas. Claro que eso sólo ocurre cuando llueve en cantidad. Mientras, sólo es un área lisa, casi pulimentada donde el coche se mueve a su antojo.

La idea es atravesarlo y salir por el cauce del río Aarrait al sur. Pero lo impresionante de su tamaño hace que uno se despiste y se entretenga más de lo necesario. Así que casi nos coge la noche por la zona y aún faltan bastante kilómetros para llegar a Esmara. Con el agravante de tener que cruzar el río Saguia y tener que moverse demasiado cerca de zona militar.

Pero había otros problemas que no habían dado la cara todavía.

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A partir de aquí buscamos el paso del cauce del río Saguia El Hamra por el punto que yo conocía por los mapas. En previsión de que el tiempo hubiera sido lluvioso y el río llevara agua (yo lo vi hace unos años desbordado a su paso por Esmara y no era precisamente un juego) había trazado una ruta que buscaba la carretera. Así que iba tranquilo. Tenía mi plan B.

La llegada al río fue ya en total oscuridad. La entrada no estaba demasiado mal. Pero al poco el suelo empezaba a hacer montículos, como olas de tierra dura, cada vez de mayor tamaño según ibas avanzando. Hasta el punto de ser imposible el paso dada las alturas que había que salvar. Esto era peor que un trial y malo. Y no se le veía el final

 Bueno. No pasa nada. Plan B. La nueva ruta sube el cauce un poco, cruza por otro sitio más estrecho y luego coge rumbo a Esmara de nuevo. La parte mala es que está tan cerca de la zona militar que se podía decir que ya estábamos metidos en ella sin remedio.

Y eso me lo confirmó las luces que vimos a lo lejos  que venían en nuestra dirección. Al momento teníamos una patrulla allí. Papeles, fotos de las matrículas y llamadas al oficial de guardia. Espera que llegue y otra vez papeles. Resumen: zona militar, prohibido el paso y media vuelta por dónde hemos venido, esta vez con compañía.

Así que no sé cuanto tiempo después, estábamos otra vez de cara al río por el mismo paso que habíamos dejado antes. Sólo que ahora teníamos un guía nativo que te señala esa dirección. La alternativa es dar marcha atrás un montón de kilómetros hasta buscar la carretera que vimos esta tarde.

Keep calm y estudia la ruta!!! Amplio el mapa, compruebo que mi ruta está trazada con sentido y que tiene una entrada y una salida al río. Vuelvo a empezar. Doy algún cabezazo que otro (confío en que la protección aguante) y algún culazo (espero que el enganche aguante), pero voy avanzando poco a poco entre los montículos de barro seco y tarajes. Cuando llevo ya recorrido las tres cuartas partes, veo por el rabillo del ojo lo que parece una rodada a menos de 20 metros de donde me encuentro. Grito ¡SALIDA! por la radio y enfilo hacia ella. Hago algunos saltos más y algunos giros y, por fin, salgo del dichoso río (que los djins del desierto lo confunda).

Cansados y sin ganas de hablar, hacemos los últimos kilómetros. Aun hay que atravesar unos viejos muros militares, pero veo un boquete y me tiro hacia él. Luego escucho por la radio ¡Cuidado con el alambre de espino!, pero yo no he visto ningún alambre.

A la llegada a las primeras casas de Esmara, observo a un coche parado a pocos metros de la pista. Hay alguien dentro. Supongo que será el vigilante que avisa a la gendarmería, así que paro y espero a que se acerquen los demás. En el instante en que un coche de la gendarmería aparece, el otro desaparece, lo que confirma mi impresión. Bueno, esto es el Sáhara.

Afortunadamente, los dos gendarmes tienen menos ganas que nosotros de perder el tiempo. Comprueban nuestras identidades y que no falta ni sobra nadie y salen como un rayo. Nosotros hacemos lo mismo.

Hoy toca hotel y ducha en condiciones. Y aunque tarde ya, salimos a la calle a ver si encontramos algo de comer. Vemos un puesto de carnicería abierto frente a una pequeña cafetería/restaurante (ya sabes de esos con el anafe en la puerta). Hablamos con el chico del anafe y consiente asarnos algo de carne. Cruzamos la calle pasando por una docena de gatos sentados ante la carnicería (esperan a que baje el telón y caiga algo de carne sobrante), lo que nos indica que aquí la carne tiene que ser buena teniendo tanto público. Compramos algo de costillas de cordero y algo de kefta (carne picada). Le pasamos la compra al cocinero y, mientras la asa, nos traen una tetera que nos sabe a poco. 

Damos buena cuenta de todo y de postre unas manzanas exquisitas. Mañana será otro día.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Una visita corta al Neolítico

 Si ayer me quejaba por la poca presencia de fauna a nuestro paso, hoy un par de dromedarios nos esperaban a la hora de levantarnos junto al campamento. Se nota que el hambre acucia y que los viajeros nos hemos convertido en una fuente de alimentos. A mi no me gusta el dar nuestra comida a estos animales. Tampoco a los salvajes. Más que nada por el tipo de alimento, normalmente elaborado y potencialmente dañino dependiendo a quién se los damos. Pero su interesada confianza me viene bien para tomar algunas fotografías.

Hoy toca otro tramo del Draa. La idea es seguir esta pista que bordea el cauce por el margen izquierdo, más o menos fiel a la orilla del gran río, así que los tramos de arena se alternarán con otros de piedra, pero en conjunto, es un tramo cómodo.

Al poco de salir, distingo en lo alto de un promontorio lo que puede ser un túmulo. Dejo el coche en la arena y subo la barranca de piedras. Efectivamente, se trata de una gran tumba de las muchas que hay a lo largo de los grandes ríos saharianos. Alguien ha elegido el extremo de esta pequeña colina con la parte de arriba llana, a modo de terraza. Como todas hasta ahora, se encuentra abierta por la parte superior y sus grandes losas se encuentran desperdigadas.

Observo que en otro promontorio cercano también hay acumulaciones de piedras. Bajo la barranca y subo por las piedras de un pequeño arroyo hasta la barranca de enfrente. Repecho por las piedras sueltas y corono la terraza vecina. Desilusión. Se trata de tumbas modernas: enterramientos marcados con dos piedras en los extremos del difunto y un círculo de piedras a modo de protección o de marca en el terreno. El desierto está plagado de ellas. Seguramente pertenecen a los antiguos moradores que vivieron en estas tierras en momentos mejores. Aunque también podrían ser de soldados  de otros tiempos; no hay que olvidar que el Draa ha sido siempre frontera. También podrían pertenecer a los discípulos/seguidores de personas destacadas que predicaban el Islam en estas tierras, aunque aquí no veo ninguna que destaque demasiado de las demás.

Me llama la atención unos bloque de piedra negra de gran tamaño a poca distancia de donde estoy. No parecen guardar relación con las tumbas y me acerco con curiosidad. La sorpresa es de las buenas. Se trata de tres rocas con forma de prisma rectangular que tienen algunas de sus caras tallada con grabados de estilo esquemático y mediante el sistema de puntillado. Dado el tamaño y la forma de las rocas, no sería extraño que formaran parte de algún túmulo hoy ya desaparecido.

El día va hoy de sorpresas agradable. No pasa mucho tiempo sin que se crucen delante de mí un pequeño bando de gangas. Como buenas gallináceas, no levantan el vuelo. Siguen su marcha sin perderme de vista hasta que desparecen tras unos matojos.

La calor aprieta y unos árboles cercanos parecen un buen refugio. Comemos y descansamos un rato a la sombra.

En la orilla de enfrente, bastante cera (el río se estrecha  por aquí) unas colinas esconden una curiosidad. Se trata de los valles curvos, una curiosidad geológica. Lástima que desde aquí no se aprecian bien. 

Pronto aparece un corte en las montañas de enfrente. Se trata del paso Keneg Ali (escrito a veces Khenigat Ali), otra curiosidad de estas montañas y uno de los pocos pasos que permite conectar con el Draa desde el norte. No estoy seguro de donde le viene ese nombre, pero seguramente guarde relación con el morabito que hay en su salida norte. Aunque por el aspecto de algunas construcciones, seguramente tuvo mejores años en el pasado.

Pronto, la pista enfila casi recta en paralelo a la sierra de nuestra izquierda. Van desfilando viejas granjas en ruina y hoy ya deshabitadas, seguramente por la falta crónica de lluvia. Tan solo permanecen activos algunos pequeños rebaños de cabras que corren de un lado a otro.

La carretera que une Tantán con Msied esta ya cerca. Así que hay que desviarnos hasta el pueblo y aprovechar para reponer la provisión de agua potable. La pista queda a un lado. El pueblo ha cambiado desde que lo visité hace algunos años, aunque el núcleo antiguo de casas no ha cambiado nada.

Como siempre parece un pueblo vacío, aunque la presencia de niños nos dice lo contrario. En la zona que hace de plaza principal está todo cerrado a excepción de un pequeño quiosco atendido por un señor ya algo mayor. No tiene muchas cosas, pero el agua no le falta. Casi acaba sus existencias con nosotros.

De regreso a la pista, no hay más remedio que disfrutar de un par de curiosidades geológicas. Una es la sebkha (un lago salado intermitente) el Mhaguene que ahora, afortunadamente, está seco, aunque la arena se hunde más de lo normal al paso del coche, lo que nos avisa el peligro que representa si estuviera mojada. La otra son unas formaciones de tierra arcillosa que forman un conjunto de siluetas fantasmales en la orilla. Se trata de tierra erosionada por la lluvia y forman una especie de pueblo fantasma a los pies de una gran colina.

La tarde cae y es hora de pensar en acampar. Pero aún hay tiempo para echar un vistazo a un muro militar bastante primitivo (un talud de tierra simple) jalonado con pequeños refugios de piedra y arena. En sus alrededores se ven restos de viejos fortines y otras construcciones militares. No hay que olvidar que Msied fue zona de guerra en su día y de las más calientes.

Saltamos el muro por una de sus grietas y buscamos un sitio resguardado del viento que hoy sopla algo fuerte. No es fácil encontrarlo pero lo hacemos cerca de un viejo asentamiento nómada. Si a ellos les fue bien, a nosotros también.

Uno de los miembros de grupo tiene la feliz idea que puesto que estamos en el quinto pino o más lejos, podría lanzar una bengala de esas de socorro. A mí no me gusta llamar la atención alla por donde paso o acampo, pero... Dicho y hecho. La verdad es que se veía bonito la luz roja en una noche tan oscura. 

Fue acabar la bengala y aparecer a lo lejos la luz de un vehículo que venía en nuestra dirección. Aparecía y desaparecía con los accidentes del terreno, pero era seguro que venía hacia nuestro campamento. Bueno, pues nada... lo de siempre... militares, pasaportes, llamadas a los superiores y... ¡largo de aquí!. Paciencia.

Esperamos pacientemente a que se aproximaran y cuando llegan... ¡sorpresa! Ni son militares, ni se han percatado de la bengala. Son ganaderos que cambian de lugar porque mañana tienen un chivo (nos lo enseñan en la parte de atrás de la pickup) para celebrar no se que fiesta o reunión. Lamentando no poder participar en la fiesta, los despedimos y a dormir. Eso sí, con la linterna cerca.

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