jueves, 23 de noviembre de 2023

El Draa, por fin

 Un Bulbul de los jardines me acompaña en casi todo el desayuno. No sé si es que tiene mucha hambre y le merece la pena el riesgo de acercarse o es que me trae buenos augurios para el nuevo día.

La noche en Tata ha sido tranquila. Ducha caliente (por fin), buena cena, tranquilidad y descanso. Ahora, desayuno con pan recién hecho, té a voluntad, huevo a pellizcos y cosillas para acompañar.Se hará tarde pero ¿y qué? El río no se moverá del sitio.

Carretera hasta Assa, carburante y refugio para las horas de más calor. La salida se hace con ganas. Hay que salir en dirección a Zag y la pista no está lejos de Assa.

Esta pista bordea el cauce por la margen izquierda. La pista es buena te permite llevar un buen ritmo. Las montañas forman un bonito decorado tanto por el sur como por el norte.

Los años de lluvia, el río debe ser muy generoso porque son frecuentes los rebaños de cabras y de dromedarios. Y de vez en cuando se ven a lo lejos los campamentos de los ganaderos, donde no falta el consabido Land Rover aparcado fuera.

También se ven cerca de la pista algunas acumulaciones de piedras que no se pueden catalogar ni como túmulo prehistórico ni como enterramiento más moderno. Me gustaría tomarme tiempo para investigar por la zona. Otra vez será.

La tarde se acaba y no es cuestión que nos coja la noche en una zona peor, así que nos arrimamos a unos arbustos con alguna acacia y montamos el campamento. 

Estiro las piernas dando un paseo por los alrededores y no pierdo ocasión de buscar rocas curiosas. El río pasa por muchos sitios y puede arrastrar piedrecillas de distintos lugares. Encuentro algunas que me llaman la atención, como unas calizas cristalizadas con tonos azules. Además, entre todas ellas, dos son especialmente curiosas: negras y pesadas, lo que me hace pensar en meteoritos. Yo no soy un entendido, pero una levanta mis sospechas que resultarán acertadas más tarde cuando se las muestro a un experto de Esmara, que me da consejos sobre dónde, cómo y a cuánto venderlo. Pero acabo de encontrar mi primer meteorito sahariano y este se merece quedar en mi colección de rocas y minerales.

La fauna es más escasa (metemos mucho ruido). Solo me encuentro la madriguera de ese simpático lagarto rechoncho y de cola espinosa (Uromastyx) tan habitual en el desierto y los caparazones de unos caracoles ¿terrestres? parecidos a nuestros burgaillos gaditanos. Hipótesis: existe un caracol del desierto con forma de burgaillo, la marea del atlántico llega hasta aquí en ocasiones o ha pasado por aquí un gaditano comilón no demasiado limpio. Una de las tres acertará a menos que alguien me los identifique.

El sitio está bien. Una vaguada tapada de la vista de los alrededores y relativamente lejos de la pista. Sólo una vereda de animales pasa cerca por lo que creo que estaremos tranquilos. 

Pero eso en el desierto no es verdad. Siempre hay un par de ojos que te encuentra. Casi anochecido ya se escucha un motorcito y aparece un chaval con su motillo de 49 cc. equipada con unas alforjas y sus prismáticos colgados del cuello. Resurta ser un pastor que ha acabado sus jornada laboral y regresa a Assa. Habla un rato con nosotros y acepta contento cualquier cosa que se le regale, sobre todo, ropa. Espero que sepa algún camino que acorte el trayecto porque de lo contrario va a hacer 60 kilómetros con la noche ya cerrada.

(puedes ampliar las imágenes pulsando sobre ellas)










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