miércoles, 15 de noviembre de 2023

Los mejores dátiles del mundo

 Si te digo la verdad, no me pesa dejar estas tierras duras de Uerzazat. Desde este mirador de la carretera se puede ver las montañas casi amenazantes sobre los palmerales que crecen en los cauces de los ríos.

Aquí no es posible los cultivos intensivos. El terreno no lo permite. Estos palmerales son verdaderos paraísos en miniatura salpicados a lo largo del camino. Palmeras datileras, hortalizas, frutales, cultivos herbáceos que no reconozco, sandías... Todo en pequeñas cantidades pero cultivadas con esmero y cuidado. Viendo el infierno de alrededor, aun tienen más merito.

Agobiado por la calor de la carretera, paro en uno de ellos con la idea de comer algo y descansar a la sombra. Junto a la fuente puedo observar un artilugio pensado para colgar un borrego y prepararlo para ser desollado y comido. En el suelo se aprecian restos de piel. Se ve que recientemente ha habido una reunión familiar aquí mismo.

Mas lejos se ve alguna basura moderna: plásticos, papeles y latas. Si pensabas que aquí no hay guarros, ya ves que sí. En fin, el progreso llega también aquí.

Preparo un par de latas, la mesa, la silla. una copa de vino, agua... cuando se escucha venir a alguien de la parte de los bancales. Un par de hombres se acercan por la vereda. Hay que ser educado, los saludos de rigor que no falten. Luego, la petición de permiso para estar allí un rato. Al fin y al cabo es su casa. Nos lo dan y que estemos el tiempo que sea necesario.

Todavía no hemos asimilado la amabilidad de las personas del campo, cuando aparecen de nuevo. Esta vez con un papelón de dátiles que ha cogido como regalo. Y no solo eso, sino que están dispuestos a subirse a alguna palmera a coger más. Pero no es plan de abusar y el ofrecimiento se agradece como si lo hubieran hecho realidad. 

Me estuve arrepintiendo el resto del viaje. Esos dátiles ha sido los mejores que he probado en toda mi vida. Pero aun tengo esperanzas: las coordenadas del sitio están anotadas y te aseguro que volveré a ese sitio. Y pienso salir de allí con un saco de dátiles de esas palmeras.

 La carretera sigue adelante y aun se pueden observar formaciones volcánicas interesante, mina a cielo abierto que se comen la tierra, formaciones rocosas caprichosas... pero mi cabeza se ha quedado atrás en aquel pequeño huerto.

La idea es buscar un paso que nos permita atravesar las montañas al norte de M'Hamid. El que tengo en la ruta no me dio mucha confianza. La pista no se veía con claridad en la foto de satélite y tampoco aparece en los mapas. Así que es mejor parar en la pequeña aldea más próxima al supuesto paso y preguntar.

Los peores temores se hacen realidad. No hay paso para vehículos desde aquí. Sólo a pie o a lomos de algún animal de carga. El sitio es un fondo de saco y la pista termina en el río, junto a la ultima casa del poblado (duar El Gattara es su nombre). No hay más remedio que buscar un paso alternativo, pero la tarde ya da para mucho. Lo mejor es hablar con el jefe del poblado y pedirle permiso para acampar donde a él le parezca oportuno.

El jefe es un hombre amable que no sólo nos autoriza a estar allí con ellos, sino que nos ofrece una casa en construcción para que nos instalemos dentro. Le muestro el interior de mi coche y ve con asombro que está preparado para dormir con todas las comodidades. Esta tarde somos el entretenimiento de los niños y niñas del poblado que nos observan mientras preparamos el campamento y se llevan algunos caramelillos de sus visitas.

Ya con tranquilidad, en uno de los mapas, se ve lo que podría ser el paso que necesitamos. Mañana se verá.

(para ampliar las imágenes, pica sobre ellas)
















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