sábado, 25 de noviembre de 2023

Una visita corta al Neolítico

 Si ayer me quejaba por la poca presencia de fauna a nuestro paso, hoy un par de dromedarios nos esperaban a la hora de levantarnos junto al campamento. Se nota que el hambre acucia y que los viajeros nos hemos convertido en una fuente de alimentos. A mi no me gusta el dar nuestra comida a estos animales. Tampoco a los salvajes. Más que nada por el tipo de alimento, normalmente elaborado y potencialmente dañino dependiendo a quién se los damos. Pero su interesada confianza me viene bien para tomar algunas fotografías.

Hoy toca otro tramo del Draa. La idea es seguir esta pista que bordea el cauce por el margen izquierdo, más o menos fiel a la orilla del gran río, así que los tramos de arena se alternarán con otros de piedra, pero en conjunto, es un tramo cómodo.

Al poco de salir, distingo en lo alto de un promontorio lo que puede ser un túmulo. Dejo el coche en la arena y subo la barranca de piedras. Efectivamente, se trata de una gran tumba de las muchas que hay a lo largo de los grandes ríos saharianos. Alguien ha elegido el extremo de esta pequeña colina con la parte de arriba llana, a modo de terraza. Como todas hasta ahora, se encuentra abierta por la parte superior y sus grandes losas se encuentran desperdigadas.

Observo que en otro promontorio cercano también hay acumulaciones de piedras. Bajo la barranca y subo por las piedras de un pequeño arroyo hasta la barranca de enfrente. Repecho por las piedras sueltas y corono la terraza vecina. Desilusión. Se trata de tumbas modernas: enterramientos marcados con dos piedras en los extremos del difunto y un círculo de piedras a modo de protección o de marca en el terreno. El desierto está plagado de ellas. Seguramente pertenecen a los antiguos moradores que vivieron en estas tierras en momentos mejores. Aunque también podrían ser de soldados  de otros tiempos; no hay que olvidar que el Draa ha sido siempre frontera. También podrían pertenecer a los discípulos/seguidores de personas destacadas que predicaban el Islam en estas tierras, aunque aquí no veo ninguna que destaque demasiado de las demás.

Me llama la atención unos bloque de piedra negra de gran tamaño a poca distancia de donde estoy. No parecen guardar relación con las tumbas y me acerco con curiosidad. La sorpresa es de las buenas. Se trata de tres rocas con forma de prisma rectangular que tienen algunas de sus caras tallada con grabados de estilo esquemático y mediante el sistema de puntillado. Dado el tamaño y la forma de las rocas, no sería extraño que formaran parte de algún túmulo hoy ya desaparecido.

El día va hoy de sorpresas agradable. No pasa mucho tiempo sin que se crucen delante de mí un pequeño bando de gangas. Como buenas gallináceas, no levantan el vuelo. Siguen su marcha sin perderme de vista hasta que desparecen tras unos matojos.

La calor aprieta y unos árboles cercanos parecen un buen refugio. Comemos y descansamos un rato a la sombra.

En la orilla de enfrente, bastante cera (el río se estrecha  por aquí) unas colinas esconden una curiosidad. Se trata de los valles curvos, una curiosidad geológica. Lástima que desde aquí no se aprecian bien. 

Pronto aparece un corte en las montañas de enfrente. Se trata del paso Keneg Ali (escrito a veces Khenigat Ali), otra curiosidad de estas montañas y uno de los pocos pasos que permite conectar con el Draa desde el norte. No estoy seguro de donde le viene ese nombre, pero seguramente guarde relación con el morabito que hay en su salida norte. Aunque por el aspecto de algunas construcciones, seguramente tuvo mejores años en el pasado.

Pronto, la pista enfila casi recta en paralelo a la sierra de nuestra izquierda. Van desfilando viejas granjas en ruina y hoy ya deshabitadas, seguramente por la falta crónica de lluvia. Tan solo permanecen activos algunos pequeños rebaños de cabras que corren de un lado a otro.

La carretera que une Tantán con Msied esta ya cerca. Así que hay que desviarnos hasta el pueblo y aprovechar para reponer la provisión de agua potable. La pista queda a un lado. El pueblo ha cambiado desde que lo visité hace algunos años, aunque el núcleo antiguo de casas no ha cambiado nada.

Como siempre parece un pueblo vacío, aunque la presencia de niños nos dice lo contrario. En la zona que hace de plaza principal está todo cerrado a excepción de un pequeño quiosco atendido por un señor ya algo mayor. No tiene muchas cosas, pero el agua no le falta. Casi acaba sus existencias con nosotros.

De regreso a la pista, no hay más remedio que disfrutar de un par de curiosidades geológicas. Una es la sebkha (un lago salado intermitente) el Mhaguene que ahora, afortunadamente, está seco, aunque la arena se hunde más de lo normal al paso del coche, lo que nos avisa el peligro que representa si estuviera mojada. La otra son unas formaciones de tierra arcillosa que forman un conjunto de siluetas fantasmales en la orilla. Se trata de tierra erosionada por la lluvia y forman una especie de pueblo fantasma a los pies de una gran colina.

La tarde cae y es hora de pensar en acampar. Pero aún hay tiempo para echar un vistazo a un muro militar bastante primitivo (un talud de tierra simple) jalonado con pequeños refugios de piedra y arena. En sus alrededores se ven restos de viejos fortines y otras construcciones militares. No hay que olvidar que Msied fue zona de guerra en su día y de las más calientes.

Saltamos el muro por una de sus grietas y buscamos un sitio resguardado del viento que hoy sopla algo fuerte. No es fácil encontrarlo pero lo hacemos cerca de un viejo asentamiento nómada. Si a ellos les fue bien, a nosotros también.

Uno de los miembros de grupo tiene la feliz idea que puesto que estamos en el quinto pino o más lejos, podría lanzar una bengala de esas de socorro. A mí no me gusta llamar la atención alla por donde paso o acampo, pero... Dicho y hecho. La verdad es que se veía bonito la luz roja en una noche tan oscura. 

Fue acabar la bengala y aparecer a lo lejos la luz de un vehículo que venía en nuestra dirección. Aparecía y desaparecía con los accidentes del terreno, pero era seguro que venía hacia nuestro campamento. Bueno, pues nada... lo de siempre... militares, pasaportes, llamadas a los superiores y... ¡largo de aquí!. Paciencia.

Esperamos pacientemente a que se aproximaran y cuando llegan... ¡sorpresa! Ni son militares, ni se han percatado de la bengala. Son ganaderos que cambian de lugar porque mañana tienen un chivo (nos lo enseñan en la parte de atrás de la pickup) para celebrar no se que fiesta o reunión. Lamentando no poder participar en la fiesta, los despedimos y a dormir. Eso sí, con la linterna cerca.

(para ampliar las imágenes pulsa sobre ellas)




















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