lunes, 13 de noviembre de 2023

En busca de un oasis

 A la mañana siguiente se aclara el misterio de las luces de anoche. Un miembro del grupo que estudiaba la pista se encuentra por casualidad con un campesino y su mujer. Cuenta que se dedican a recolectar una planta medicinal y las luces eran suyas; hace demasiado calor para trabajar de día en estas montañas peladas. Avisa que la pista está cortada más arriba y que hay otra mejor subiendo por el cauce del río que pasa por la aldea. Tras el té de rigor, los agradecimientos por la información y vuelta a la aldea y subida por el río.

Esto es otra cosa. La pista sube suavemente hasta un pequeño puerto donde se une al trazado original. En poco tiempo se une a la carretera de Mazuad y al poco se ve las casas de Tangout. Los dos pueblos están junto al cauce (seco) de un gran río, lo que permite el gran número de huertos y otros cultivos con los que cuentan ambas comunidades. De todas formas, las casas grandes de Tangout nos cuenta que es un sitio prospero. Llama la atención un gran edificio con sus fachadas repletas de pequeñas ventanas  que parece un granero algo endeble o un palomar demasiado robusto..

La carretera imprime alegría al trayecto y tras Ait Icht pronto aparece el zoco Larbaa, aunque hoy está desierto. Cerca ya del río Tizgui hay un desvío que sube su cauce unos kilómetro. El camino pasa por varias aldeas donde hay que ir con cuidado porque los coches pasan muy justos por varios puntos. Parece un sitio bonito para patear tranquilamente la zona.

Desde aquí se pasa por varias aldeas, todas ellas unidas al río y dedicadas por tanto al cultivo de todo lo imaginable. Curiosamente, la mujer amazight sigue siendo el soporte de estos pueblo y las únicas que se ven trabajar en casi todos ellos. Paramos en uno y se nos acercan dos de ellas con gran desparpajo; evidentemente esta mujer no es la que encontramos en la ciudad. Intercambiamos una granada por una manzana y todos contentos. 

Pronto se sale a terrenos abiertos y una pista rápida conduce en poco tiempo hasta Safkoumt, una aldea de tantas pero que cuenta con un pequeño agadir de piedra seca con aspecto de caja fuerte muy conseguido.

Cerca aparece la N10 que va desde Agadir a Uerzazat. Muy cerca espera una sorpresa (en realidad dos). hacia el oeste, sobre una pequeña colina se encuentra la ciudad troglodita de Tizi Zbein. En realidad son dos colinas que en dia estarían unidas por las construcciones de la ciudad. En la actualidad, buena parte de ella se ha derrumbado y perdido, aunque todavía quedan en pie algunas cavidades. Se puede observar como algunas se comunican entre si. Con otro clima más benigno es fácil imaginarse el poder de esta pequeña ciudad.

El regreso a la N10 supone no dejarla ya hasta nuestra meta de hoy. Pero antes, una parada en el restaurante que hay junto al cruce con la ruta. El local está vacío de clientes. Está atendido por un señor ya algo mayor con pinta de jubilado europeo. Cuenta que ha sido cocinero en Casablanca muchos años y ahora ha emprendido un camino en solitario. Su carta no es muy larga pero el guiso de cordero promete. Y no defrauda. Regado con abundante té (de sabor exquisito, por cierto) y rematado con un postre de yogur.

Una anécdota. El buen hombre nos ofrece agua fresca. Naturalmente de pozo, conservada en una cántara de esas típicas de las mezquitas. Me la da a probar y...si me acerco una llama a la cara, exploto. El sabor a carburante tira para atrás. Pero conservo la calma  y le ofrezco agua de Andalucía, más concretamente, de Granada y más aun, de Sierra Nevada. Es decir, de Lanjarón de toda la vida. Le abro delante suya una botella fresquita de la nevera, le ofrezco un vaso y la cara del hombre fue todo un número. La saboreaba como si fuera el mejor Palo Cortao de Jerez. Naturalmente la botella se convirtió en mi regalo a este buen cocinero. Repetiremos.

Cerca de nuestro oasis se ve a lo lejos la ciudad de Uerzazat. Curiosamente el espejo principal de la central termo-solar que hay un poco más al norte del casco urbano aparece desde el punto en que estoy como un faro que ilumina la ciudad.

La meta está a la vista. El río Tafagguikht ha excavado una garganta  que describe varias curvas. Eso ha originado un extenso palmeral que aporta bastante vida a los pueblos de su ribera. El oasis ha tomado el nombre de la población mayor, Fint, y es muy popular entre los turistas que visitan Uerzazat.

Nuestra elección se inclina por el camping más arriba en el río: el Bivouac des Aigles. Un sitio tranquilo y acogedor, atendido por los miembros de una familia a cuya hermana mayor, Nadia (https://www.facebook.com/nadia.naitali.90), dedicada a sus plantas y a su huerto, tengo que agradecer el regalo de semillas de Moringa (una planta muy interesante) que espero que se adapte bien al clima del Estrecho.

(pulsa sobre las imágenes para ampliarlas)






























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