domingo, 19 de noviembre de 2023

Caos en el Chegaga

 Hoy toca una de las pistas más complicadas de la expedición. Consiste en descender el cauce del Draa desde M'Hamid hasta donde quieran las FAR.

Para eso hay que coger una pista hacia el sur, en dirección al morabito de Sidi Naji, desde ahí recorrer hasta cuatro ergs y aparecer al oeste del lago Iriki, más o menos cerca de un manantial llamado Nebika. Desde ahí seguir la conocida pista del Dakar hasta el paso del Maleh. Mas adelante ya no dependería de la propia voluntad, sino de la de las FFAA marroquíes.

¿Tú llegaste a ir? Yo tampoco.

Ya en el pueblo quedó clara la cosa. A escasos kilómetros de M'Hamid, yendo hacia el sur, está el primer control militar. Allí, media vuelta y volver a empezar.

Como no es cuestión de perder el tiempo quemando combustible, se pone en marcha el plan B. Tomar la pista que pasa por el árbol único (es un decir, claro) y, a la llegada al Chegaga, explorar la zona en busca de alguna pista que vaya al sur y se encuentre con la nuestra.

Ya a la salida del pueblo pasó algo que me dio mala espina. Unos chicos nos avisan que hay un rally y que viene hacia aquí.

Bueno, pienso que no será para tanto. Supongo que estará balizado y señalizado, que ellos tendrán su pista y nosotros, la nuestra.

Pero la cosa no fue así. Las nubes de polvo anuncian que se aproximan. Y tanto que se aproximan. Pasan a toda pastilla a un lado y a otro del coche, algunas se cruzan incluso para pillar mejor rodada. Una locura, porque las pequeñas dunas de río no permite verlas con claridad hasta que no están prácticamente encima.

La decisión es apartarnos un poco de su trayectoria y esperar que pasen. Nos convertimos en espectadores de una prueba que parece montada en plan compadre.

Aquello no sólo no termina sino que se complica más tarde con el paso de vehículos de cuatro ruedas, con lo cual la velocidad y el peligro aumenta.

A pesar de todo, hay que jugársela. Seguimos adelante con precaución y a la altura de las primeras dunas del Chegaga, cambiamos el rumbo, cruzamos su trayectoria y dejamos atrás la carrera.

Hay rodadas en dirección sur, pero todas mueren en el erg Smer, por cierto poblado con un buen puñado de turistas que pernoctan en los campamentos montados por los hoteles. Un poco amargado por no encontrar salida, me topo con un campamento de orientales. Contacto con el guía que me asegura que imposible cruzar el erg, no sólo por falta de pistas, sino porque la zona restringida empieza un poco más al sur. Está visto que este terreno hay que tenerlo muy bien estudiado para adentrarse en él.

No hay más remedio que regresar y retomar la pista de esta mañana, aunque para eso hay que está muy pendiente a los encuentros con los participantes de la carrera. Por si acaso, enciendo los leds del techo para ser visto desde lejos.

A mitad del Chegaga solo hay una opción: la pista que cruza es la que traen la gente de la carrera. Eso hace imposible seguir, así que la decisión es acercarnos a uno de los campamentos que vemos no demasiado lejos. Acordamos un precio y montamos allí nuestro propio campamento. Por lo menos hay duchas, de agua fría, claro.

Luego, la noche se enmendó bastante. Coincidimos con un grupo de cinco uruguayas (madres e hijas) con las que conversamos un rato después de cenar y mientras la gente del campamento montaban un mini-festival de música gnawa. Así que ... ¡de lo perdío, al río!

(para ampliar las imágenes, pica sobre ellas)



(Hoy no fue día para fotos. Ni siquiera se enderezó descorchando una de las dos botellas de Tio Pepe que llevaba en la nevera y que pasó a mejor vida mientras esperaba que pasaran los locos del volante.

Aunque creo que la pobre salamanquesa sahariana tampoco tuvo un buen día pensando lo que podía hacerle ese monstruo que la miraba desde arriba porque no movió un músculo mientras estuve con ella)

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