viernes, 17 de noviembre de 2023

El paso de Elgattara

Después de analizar esta mañana mapas y foto aéreas es casi seguro que el paso que existe más al Este nos permita atravesar esta sierra. Según parece, su nombre es Elgattara, de ahí que el duar tomara el mismo nombre. 

Así que... a desayunar. 

No hemos hecho nada más que empezar cuando se presenta el jefe y, seguramente, su esposa con pan recién hecho y sopa (harera), como es costumbre desayunar en esta parte de Marruecos. Esta gente no tienen precio.

No pienses en la harera que se usa para romper el ayuno en Ramadán, sino en otra de color blanca, más ligera y condimentada con yerbas. Una exquisitez salida de una cocina real.

Siguiendo las indicaciones de Abderrahman (otro vecino de la aldea), la mezquita marca el cruce de pistas (cómo no se me ocurrió antes).

La pista queda muy escondida por las mismas montañas y las curvas de su trazado, pero no es difícil de seguir. Pronto comienza a subir y se puede descubrir un mirador de rocas en el que hay que parar sin más remedio. No se puede pasar y no admirar las vistas. Todo el llano queda abajo, a nuestros pies y fijándote bien, puedes ver la mezquita de la que te he hablado.

La pista sigue subiendo y casi en la cima ya, aparece una pickup de pastores que trasladan su campamento, eso sí, con el aire acondicionado puesto. Hay que hacer alguna maniobra para pasar porque la pista no es demasiado ancha.

Arriba, se nos abre una gran planicie que forma el valle entre estas dos sierras. A lo lejos puedo ver las colinas gemelas que será hoy nuestro primer destino. Tras ellas, más al sur, detrás de la segunda sierra, se encuentra el lago Iriki  y el erg Chegaga a los que pronto se les hará una visita. Por el momento llegamos al foum Kamel y la pista se parte en dos. Al oeste, los pozos de Rumi. Al Este, Tagunit.

Los pozo, el viejo y el nuevo, se encuentran a poco más de una docena de kilómetros, pero el viaje es de ida y vuelta y las piedras de este reg no dan descanso. Por el camino sólo he encontrado una choza de pastores que no dan señales de vida, cosa rara. El misterio se aclara más adelante cuando se ven venir de los pozos un rebaño pequeño de dromedarios mezclados con un puñado de cabras y algunos burros. Vienen guiados por un pastor, al que acompañan su pequeña familia (su esposa, una niña y un niño). Se me viene a la cabeza que la escuela más a mano está al otro lado del paso, imposible para estos críos y el pueblo más cerca está a bastantes horas en coche, suponiendo que esta familia pudiera disponer de uno. No puedo evitar sentir bastante tristeza por ellos y su suerte cuando se me acerca la mujer con una pequeña roca de cuarzo blanco con ánimo de hacer un intercambio.

Este es el reino de la piedra. Los caminos son de piedra, los ríos son de piedra, los campos son de piedra... hasta los animales son de piedra, como esa pequeña ardilla que siente la misma curiosidad por mi que yo por ella. Miedo me da mirar arriba, al cielo, por si acaso también es de piedra. 

A orillas del camino aparece los que parece ser los restos de un campamento de nómadas. Un sencillo horno en el suelo y un mástil clavado que, parece estar en proceso de convertirse en piedra también. Incluso alrededor hay estructuras de piedra que no consigo identificar con algo conocido.

Cuando tras algunas horas puedo ver a lo lejos algunas palmeras verdes, siento deseos de abrazarlas y quedarme una temporada con ellas. Están en el cauce del río Elmhassar, que nace cerca de los pozos de esta mañana y que aprovecha una garganta en las montañas para dirigirse al sur y morir en el erg Chegaga, sin conocer jamás el mar, muy cerca del Oum Laaleg (el oasis Sagrado de los turistas). En su ribera veo también los restos de una zaouïa, de cuando el clima no era tan extremo. 

Pero la ilusión dura poco tiempo. Al momento regresan los ríos de piedra con sus escasas palmeras sobreviviendo entre sus rocas. El punto máximo lo alcanza un poco más adelante el río Feija, con su fondo limpio de roca continua como si de una gran piscina se tratara.

La noche nos pilla admirando ese fondo de roca. Afortunadamente la pista cambia a los pocos kilómetros y a su paso por el duar Tafraut se convierte en una pista rápida que nos lleva en poco tiempo a una carretera en construcción que termina en el casco urbano de Tagunit. Y de aquí a M'Hamid es una carrera corta.

La idea es pernoctar en el camping Hamada du Draa, en la orilla sur del río. Mas que nada porque cruzar el Draa significa que ya se pisa tierras del Sáhara.

(pulsa sobre las imágenes para ampliarlas)






















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