jueves, 7 de diciembre de 2023

La costa de los acantilados

La costa atlántica norte-africana cuenta con innumerables kilómetros de grandes acantilados . El océano hace sentir aquí su inmenso poder.

Dajla no es una excepción, pero al contar con su bahía protegida por una barra de roca, se forma en su cara interna unas zonas arenosas propicias para el arribo de botes pequeños de pesca artesanal. Es la zona denominada la Sarga. Allí se acumulan cientos de botes pintados todos de la misma forma y con los mismos colores, como si fueran soldados uniformados. Son botes pesados, con la proa muy levantada, que se ayudan para salir y entrar del agua de tractores modificados para esa finalidad. Alguien me comentó que la pesca reina es la corvina. La cara negativa de esta actividad la pone la emigración irregular. Canarias no pilla lejos.

Regresamos a la ciudad de forma directa, atravesando la zona despoblada que hay en este extremo de la barra. Sin darnos cuenta pasamos rozando la zona donde se acumula toda la basura que se origina en Dajla. No sé qué harán con ella y no me voy a esperar para enterarme: el olor que despide es algo que ya tenemos olvidados los europeos. 

Lo que si veo al recorrer las calles esta mañana es que hay una multitud de operarios del servicio de recogida de basura por todos lados. La opinión que ayer me formé no me sirve ya. Han recogido la basura que había diseminada por cualquier lugar y todo tiene otra cara muy diferente. Quizás esta sea la forma de actuar aquí: tirar la basura a la calle para darle trabajo a un puñado de personas limpiándola después.

Recorro el paseo marítimo con tranquilidad. Hace buena temperatura y el viento ha amainado. Un desayuno en una terraza mirando al mar es un placer. Así que hay que aprovechar el momento.

La despedida de Dajla se produce al final de la barra, a la altura de la Isla del Dragón que hoy luce mejor a pleno sol

Hoy, la ruta sigue la carretera costera hasta el Aaium. Si por mi fuera, me iría parando a cada momento. Las vistas son impresionantes y los sitios se suceden uno tras otros. Me he decidido por uno que tiene toda la pinta de ser un buen mirador. Hay una pequeña casita de piedra en ruinas que debió servir para vigilar la costa o como refugio de pescadores. A un lado y a otro, un inmenso acantilado que produce vértigo asomarse a él, pero al que nadie se puede resistir.

Todo el camino está salpicado de aldeas de pescadores de todos los tamaños. La mayoría parecen formados alrededor de algún punto de fácil acceso para las barcas, que se juntan unas a otras en la zona más protegida de la playa. Me fijo que siempre hay un edificio moderno junto a cada punto de embarque. Eso me llama la atención, así que decido entrar en el próximo que vea.

Algunos kilómetros más adelante aparece una gasolinera y un cartel que indica la existencia de uno de ellos. Aquí hay algo más que un edificio. Arriba, en lo alto del acantilado, hay un montón de instalaciones con toda la pinta de ser algo gubernamental, pero no hay barreras ni nada por el estilo, así que sigo y bajo al pueblecito pesquero. Allí sí, hay una barrera con vigilantes que, tras los saludos de rigor, me permiten el paso. 

Hay gente por todos lados. Parece que la jornada de pesca se ha acabado y todos recogen los arreos del trabajo y los guardan en los sitios que tienen para eso. No veo pescado por ningún lado, por lo que deduzco que ya lo deben de tener arriba en la lonja. Pero bueno, ya que estoy, curioseo un poco y hago algunas fotos a todo lo que me parece bonito. Al poco veo bajar deprisa a alguien que parece que viste un mono militar, así que me doy prisa y tomo fotos a mi alrededor: las piedras, las olas la gente jugando al fútbol, a los gatos... Me hace señas y veo que detrás viene casi corriendo un gendarme... eso quiere decir que "prohibido y a la calle". El militar se interesa por las fotos y le enseño los gatos, las olas, las piedras y el fútbol, con lo que se convence que yo no tengo nada que ver con la KGB ni nada por el estilo, cojo el coche y para la puerta. Allí paro y pregunto a los vigilantes si son buenos musulmanes. Y como me dicen que sí, les regalo un zumo de fruta a cada uno (la otra opción era una Alhambra fresquita).

A la altura del Cabo Bojador, es obligado dejar la carretera un rato y entrar en el pueblo. De los pocos que no han cambiado el nombre, aunque allí se pronuncia "bugdur". El pueblo no está mal. Pequeño y limpio aunque la factoría de harina de pescado me trajo a la memoria la que hay en Tarifa y la que hubo antes en Ceuta. La calle principal hierve de gente y no se puede pasar sin sentarse un rato en una terraza con un buen café delante.

No falta mucho para llegar al puerto de El Aaium, así que uno se puede permitir el lujo de parar un momento en el Restaurante Manolo, aunque sólo sea por decir que se ha estado en él.

Una hora más o menos después, aparece Marsa, el terminal de la cinta que trae el fosfato desde la mina de Bucraa, seguido de la zona industrial del puerto. Una zona fea que hay que pasar rápido. La mayor pena es que no es hora de cenar todavía: la visita al mítico restaurante Josefina queda para otra ocasión.

La ruta continua por la costa, pero nos apetece visitar El Aaium, así que seguimos la carretera hasta la capital del Sáhara Occidental. Mañana volveremos a este punto y continuaremos desde aquí.















martes, 5 de diciembre de 2023

Rumbo al Atlántico

Bueno, nuestra idea de seguir hasta Bir Ganduz se fue al traste. Bueno está el patio para intentar hacer una pirula por estas tierras. Está visto que hay que organizarlo de otra manera si queremos ir a buscar oro a las tierras del sur :-)

Esta mañana he amanecido como un bendito. Descansado y hambriento. Hemos decidido llenar el tanque y esperar al panadero para llenar la tripa antes de salir para Dajla (o Dakhla, como se decía antes). Así que hay tiempo para preparar té.

El tubo del circuito de freno ha dejado de gotear. Miro el depósito y todavía tiene un cuarto, por lo que no ha entrado aire en el circuito. Me acerco a la tienda de la gasolinera y compro un par botellas. No hay el que yo uso normalmente, pero mejor es este que nada. Repongo y sigue sin gotear. Perfecto.

Como el pan no llega, tengo tiempo para fijarme en los coches que vienen a repostar. hay de casi todo, pero a mí me llama la atención uno que es una joya. Se trata de una pick-up Toyota, yo diría que 40, que puede tener tranquilamente 50 años. Hace pareja con los cientos de Land Rover que hay por todos lados que tienen esa y más edad. Lo que más me gusta es la estética de dromedario que le ha dado su dueño.

En eso estoy cuando aparece un vehículo de la Gendarmería con tres agentes. Son nuestro servicio de seguridad. Se sientan con caras de poco amigos y se toman un té mientras esperan a ver qué hacemos.

Por fin llega el panadero. Se trata de un saharaui que habla bastante bien castellano y que se enrolla como una persiana. Nos invita a su casa restaurante, pero lo dejo para otra ocasión. Al final me regala un par de tortas recién hechas y se va carretera adelante. Yo respiro tranquilo porque los gendarmes no se ha perdido detalle.

¡Ala! Hasta la próxima Auserd. 

El camino es llano. Las moles de piedra donde está la ciudad destacan en el paisaje. Son las mismas moles que, desde niño, recuerdo en mi cabeza de una vieja foto del "Sáhara español".

Próximo ya al mar, aparece una zona de arena blanca con colinas planas y valles gastados por la erosión. Alguna destacan por su forma original. Una en concreto, me recuerda a lo lejos a la Esfinge egipcia. 

Y, por fin la mar. La llevaba oliendo desde unos kilómetros antes, pero ahora se nota la humedad, una sensación olvidada después de tantos días en el interior.

Hemos salido a la N3 justo enfrente de Dajla. Se ve la bahía y, al fondo, la ciudad. Ante mí van desfilando la Duna Blanca, la isla del Dragón, las colinas de Carrachiat...

Salimos de la nacional y nos dirigimos a la ciudad.

Se nota que el turismo tiene que acudir como moscas. Al fondo de la bahía crecen los alojamientos  como hongos. Y a lo largo de toda la entrada, se están construyendo hoteles por toda la costa.

La ciudad no es grande y hay bastantes hoteles, hostales y similares. Hemos parado en un pequeño restaurante callejero con los tajines en fila en el mostrador. Nos ha parecido oportuno coger un alojamiento en la parte oeste, en un barrio popular. Lo mejor es que tiene un gran solar delante donde podemos dejar los vehículos.

Un comentario. La impresión que tengo es que Dajla es la ciudad más descuidada de todas las que he visitado en los últimos treinta años. Verás.
La costumbre es llevar la basura que generamos, que no es mucha, en el coche hasta que vemos un contenedor de recogida o una papelera a la llegada de un pueblo, gasolinera, restaurante... Hoy he hecho lo de siempre: cojo la bolsa y busco un contenedor. Entonces me doy cuenta que en toda la calle no hay uno solo y que el gran solar que tengo delante, está completamente sembrado de basura urbana. Me asomo a las calles cercanas y más de lo mismo. Entonces veo que vienen en mi dirección una señora con dos hijas adolescentes. Me dirijo a ellas y les pregunto dónde puedo depositar la bolsa. Me miran con cara rara y después de pensarlo, la chica mas pequeña (unos 12-13 años) se encoge de hombros y hace un gesto con el brazo que abarca todo el solar. Sonrío ante la ocurrencia, les digo que no y les doy las gracias mientras voy de regreso al coche. Todavía no he llegado cuando siento que la misma chica está a mi lado y me pide que le dé la bolsa, que ella se encargará. Yo me niego pero insiste tanto que se la tengo que dar, agradeciéndolo de nuevo todas las molestias, eso sí, un poco avergonzado.

A la noche, cuando hemos salido a cenar y ver un poco la ciudad, he notado que no hay contenedores de basura por las calles. Y hay basura acumulada por todos sitios. No tanta en las calles céntricas, aunque también. Sigo pensando que es incomprensible que en una ciudad que pretende ser moderna y turística no esté un servicio básico como este puesto en marcha por el ayuntamiento. Debe ser que yo he llegado en un mal momento.

Las calles están llenas de sitios modernos con mucha luz y demás, pero tenemos noticias de un restaurante clásico que suele estar lleno de nativos. Es pequeño y no tiene demasiadas luces, pero es familiar y la comida es, si no casera, al menos es muy parecida y tradicional. El tajín de corvina estaba de muerte.

(las fotos se amplían pulsando en ellas)













sábado, 2 de diciembre de 2023

No puede haber seis sin siete

Si esta mañana le tuviera que poner una banda sonora al recorrido, elegiría sin dudarlo la música que Henry Mancini compuso para la película "La Pantera Rosa", solo que aquí no hay diamantes, ni ladrones y sí muchos policías, como luego te contaré.

Toda la información que yo había obtenido de Auserd, nuestro destino de hoy, tenía una cosa en común: era una ciudad militarizada y, por tanto, prohibida para extraños. 

Y aquí me tienes, en Bir Anzeran, un pueblo cuyo casco urbano es más pequeño que el cuartel que tiene al lado, cuya número de población es insignificante al lado del número de militares que se ven de pasar, cuyas calles están recorridas por innumerables camiones del ejército marroquí... dispuesto a salir hacia otra más cerrada aún, sin tener muy claro si la pista elegida está permitida o no y sin saber muy bien lo que nos vamos a encontrar por el camino.

Así que después de desayunar tranquilamente y en abundancia por si las moscas, enfilo el coche por la pista que, casualmente, pasa a escasos metros de la larguísima valla del acuartelamiento. 

Primera garita, el soldado se gira, mira para los coches y... no se inmuta (ni llama por walkie). Esta va bien. Aprieto el pedal del acelerador un poco. Segunda garita, más de lo mismo. Paso en el Muro, despejado. Pista, despejada. Me cruzo con un vehículo militar y no se para. Esto empieza bien. Sin duda los paisanos tenían razón ayer cuando dijeron que la pista está abierta.

Al poco de salir, observo que la pista está regular de cómoda con tanta ondulaciones producidas por los vehículos pesados y que a poca distancia, hay una carretera en construcción que, sin duda, arranca de la carretera de ayer y va hacia el sur. La tentación es grande, siempre se va mejor sobre una manta de grava que sobre un tejado de chapa. Pero no la tengo en mis mapas y no sé si tendrá nuestra dirección o no. Además, en algunos tramos hay máquinas y obreros.

Poco a poco, la pista se va poniendo peor y la pista en obra se acerca y se aleja, pero sigue con nosotros. Así que nos saltamos las cunetas y no subimos encima. Algunos obreros nos miran y el que parece el capataz nos saluda con la mano. Hay que parar y hacer los cumplidos. Al final me entero que es de origen argelino, de lo que deduzco que las malas relaciones con Argelia deben ser solo a nivel institucional.

Ya más ligero, puedo disfrutar mejor del paisaje. Incluso da tiempo para admirar un túmulo que hay no lejos de la pista y que yo he marcado como Auserd 1.

Pero la alegría dura poco. La pista se acaba y hay que volver a prestar más atención al volante. La pista original que yo traía de casa no está lejos. Todo lo más a 20-25 kilómetros en dirección sureste.

El paisaje es bonito. Estamos en el área de El Uaara, una zona de pastos (cuando llueve) que continua  hacia el este, más allá del Muro. Los lagartos de cola espinosa se ven por docenas y, en ocasiones, hay que desviarse para no atropellar alguno en su huida hacia su agujero. He creído ver también algún roedor, pero no he tenido tiempo de identificarlo. Sé que en dirección sur hay un sebjet (una laguna de agua salada) y algo más lejos hay un conjunto dunar importante, pero con la sequía es seguro que no veremos una gota de agua en él, así que no creo que merezca la pena desviarse tanta distancia. 

La pista sigue avanzando aunque no se distinguen rodadas con claridad. Yo continuo más por intuición que por el mapa. 

Por fin, nuestra ruta llega a la ruta prevista que viene del norte. El último cuartel que yo localicé en los mapas se ha quedado a unos 10 kilómetros hacia ese norte. Y que hacia el sur, que es lo que toca ahora, las única huellas humanas que he visto es un gran pozo y un campamento nómada.

Estamos en una zona cerca del Muro que arranca en Dajla y de unas pequeñas colinas llamadas Lash. Cambio de rumbo y a navegar por terreno ondulado y pedregoso.

Pronto aparece una agradable sorpresa. A ambos lados de la pista se ven innumerables túmulos prehistóricos.Son muchos y los hay de varios tamaños y formas. Algunos son pequeños y parecen sencillos montones de piedras. Otros son más grandes y cuentan con ortostatos de tamaño medio, algunos de los cuales se encuentran todavía de pie. No parece que guarden un orden prefijado, aunque unos pocos forman pequeños grupos separados. Todos tienen en común que han sido vandalizados y sus elementos se encuentran desperdigados por la zona.

Un arbolito al lado del camino ofrece un poco sombra para comer y descansar un rato.

La marcha continua y delante del coche aparece una acumulación de lajas de piedra con forma de prisma cuadrangular. No lleva señales, ni marcas, ni carteles, pero a mi me viene a la cabeza que esa cosa de apariencia inútil, en mitad de la nada, no está allí porque ha caído del cielo. Miro alrededor, busco carteles, busco alguna señal y nada. No veo nada sospechoso. Pero mi cabeza me dice que es momento de poner otra vez la música del señor Mancini.

Hace poco se quedó atrás un campamento nómada en el que solo vi a una mujer y un niño pequeño. Ahora empiezo a ver dromedarios pastando cerca. Bueno, el pozo no pilla lejos. Los dromedarios son cada vez más numerosos y están por todos lados.

Subo una colina y observo en la cima un talud de arena. Un Muro que no viene en el mapa. Es extraño, pero es solo un rectángulo que ha podido haber servido temporalmente. Lo rodeo y corono la cima.

Me paro para hacer algunas fotos y entonces lo veo. A lo lejos, detrás nuestra, hay un cartel blanco con letras rojas. No alcanzo a leerlo pero no hace falta. Hemos visto muchos iguales a lo largo de la zona militar que bordea el Muro y todos dicen lo mismo "DANGER ZONE MILITAIRE", solo que este no ha aparecido delante, sino detrás nuestra. Eso quiere decir que no es que entremos, sino que "SALIMOS DE LA ZONA MILITAR" y que la hemos estado cruzando desde... ?. Posiblemente desde el cubo de piedra sin marcas.

Bueno, a lo hecho, pecho. Nadie nos ha lanzado un misil desde un dron. Ni siquiera nos ha disparado con un viejo Kalachnikov. Eso está bien. Claro que, como decía el viejo chiste... "esto no se quedará así".

A la llegada al pozo cercano ¡sorpresa! A la sombra de la pequeña casita que hay al lado, tumbados sobre un poyete de piedra, tres chavales jóvenes sestean. Llevan ropa de calle, pero no engañan a nadie. Al momento, asoma una cabeza por la ventana, y sale un cuarto hombre corriendo de la casa haciendo señas de que paremos. Y en la puerta, se queda un quinto.

Se identifican y hacen lo de siempre: "pasaporte...", "venimos de...", "vamos a...", "espera aquí..." Solo que por su cara, se nota que no son mucho los que aparecen por el sitio que hemos aparecido nosotros y no sabe como hacer el protocolo habitual. Hablamos, se interesan por la ruta, fotografían los coches y llaman al superior. A la sombra se está mejor que en el coche y decido sentarme en el poyete con los soldados. Al momento, traen un té y me confirman que esperamos al jefe.

Auserd no está cerca aún. Puede que a 50 kilómetros o más. El jefe va a tardar por lo menos tres tés. Son las 5 de la tarde. Paciencia.

Bastante rato después aparecen los oficiales. No un coche, sino dos. No entiendo muy bien su organización pero parecen oficiales de distintas unidades porque ambos grupos toman nota de todo lo que decimos. Afortunadamente, uno de ellos habla francés, lo que ayuda bastante. Repetimos todo un par de vece, les muestro la tableta con el track, les convenzo que en el camino no nos hemos cruzado con ningún militar, que tampoco hay carteles o señales a excepción del que está cerca del pozo... Y no se explican como hemos podido pasar sin impedimentos.

La parada me ha servido para observar debajo de mi Jierro una mancha. Se trata del líquido de frenos. Hay una gota que sale de una curva del tubo que va para el eje trasero. Sin duda, algún empalme se debe haber aflojado con tanta pista. Mañana, con más luz, lo veré tranquilamente.

Al final deciden hacer algo parecido a un atestado por lo que no "invitan" a que les acompañemos hasta sus "oficinas". Ni que decir tiene que nosotros nos mostramos "encantados" de su invitación. Nos gusta hacer amigos en todos lados.

Subimos todos a los coches y nos ponemos en marcha. Ya se ha hecho de noche y estos conductores están acostumbrados a moverse por esta zona. A nosotros nos parece campo a través. Y a una velocidad que es como si sus vehículos no los pagaran ellos, ya ves.

Me explican que nos llevan en dirección a la carretera, supongo que esta pista atravesará algunas instalaciones militares y eso no es posible con nosotros. En un momento dado, se paran y parece que se ponen de acuerdo en algo. Mi colega me dice en broma que están acordando el sitio para liquidarnos y terminar el problema :-)

Corren como locos y yo no quiero romper mi Jierro contra algo en una pista desconocida y en la que no logro ver demasiado, así que pongo largas y aflojo para quedarme atrás. Al momento se paran y me esperan. Preguntan por el motivo de ir tan despacio y les cuento que me he quedado sin freno atrás y que no me voy a matar por estas pistas. Uno de los chóferes busca en su vehículo pero lo que encuentra es hidráulico de dirección. No queda más remedio que seguir pero más tranquilos.

Cuando llegamos a Auserd, dejo mi coche aparcado en la gasolinera (me aseguran que aquí no lo toca nadie, me lo creo) y me subo en el de mi compañero Joaquín en dirección al acuartelamiento.

Terminamos en una pequeña oficina con algunos ordenadores (observo que disponen de ¡dos! líneas de fibra óptica) y empiezan a escribir sus informes mientras nos van preguntado los detalles personales y de la ruta.

Nos ofrecen agua (hace calor a pesar de ser ya noche cerrada) y en un momento dado salimos a la puerta a tomar el aire. Confraternizamos con algunos que han visitado Europa y vemos fotos de ellos y sus familias. La cosa va despacio. Ya sabemos como es la burocracia en todos lados.

Y cuando ya vemos el final, nos pegan el palo. Ahora hay que ir a hacer lo mismo a la Gendarmería Real ¡Madre mía! Pues nada, a hablar con los gendarmes.

Subimos a los coches y los militares nos "presentan" a los gendarmes y se despiden de nosotros. Y empezamos de nuevo.

Aquí, uno de los gendarmes estudia castellano y creemos que la cosa se aligerará un poco, pero son tantos papeles que se tarda irremediablemente un siglo. Detrás de donde estamos sentados hay dos celdas cerradas. Están limpias y pienso si nos las prestarían un rato para echar un sueñecito. Pero mejor me callo y seguimos sentados. No estoy seguro cómo de largo será el sentido de humor del oficial al mando a esta hora de la noche.

Supongo que habré pasado a formar parte de los archivos de la Gendarmerie Royal, por lo que si ya antes me portaba bien en nuestro país vecino, ahora tengo que ser un ciudadano ejemplar, sin más remedio.

Total, entre una cosa y otra, salimos a la calle a las 3 de la mañana. 10 horas, una detrás de otra. Todo sea por contar con nuevos amigos en Auserd. Un sitio bonito al que habrá que volver pronto. Y esta vez si trasnochar.

Resumiendo, hoy tocaba ir a Auserd y aquí estoy.

(para ampliar las fotos, pulsa sobre ellas)












jueves, 30 de noviembre de 2023

Una información que vale su peso en oro

Siguiendo las indicaciones de la patrulla militar que se encontró con nuestro campamento (me lo dejaron muy claro), la única pista posible hacia el sur desde aquí es la de Bir Anzeran, así que esta mañana toca desayuno y despedida del vigilante de los grabados y su esposa. Han sido dos personas muy amables, con las que hemos podido charlar y aprender cosas de esta tierra.

A partir de aquí solo habrá terreno llano y cómodo debido a la arena . La palabra que se me ocurre es simplemente GRANDE. Serán algo más de 300 kilómetros de pista que yo haría tranquilamente en dos etapas (a mí me gusta curiosearlo todo), pero... las circunstancias son las que son. Así que... ¡como si me persiguieran!

Desde Laghchiuat era necesario salir a la carretera que unen a El Aaium y Bucraa con Guelta Zemmur. Es sólo un rato de coche. Eduardo deja el grupo, debe embarcar en unos días y no dispone de más tiempo. En la carretera hay un pequeño asentamiento con un café (bueno, más bien en proyecto aún), aprovechando el paso del autobús para los que desean ir a El Aaium. Lo más destacable es la cantidad de basura que hay por todos lados. No entiendo como pueden originar tantos desechos plásticos tan pocas personas. Y como pueden tirarlos y amontonarlos en las puertas de sus casas. Supongo que el viento la esparcirá por todo el desierto y la arena la enterrará en el próximo siroco. Un ejemplo típico de lo que pasa en todo el planeta.

En fin. Decimos adiós al compañero y comienzo la búsqueda de la pista que arranca enfrente mismo de la aldea. No es difícil seguirla. Es ancha, bien marcada y de tierra dura. Estamos Joaquín y yo solamente.

El viaje lo ameniza una señal en la radio que no es clara pero que parece como si alguien lejano estuviera en la misma sintonía. Al principio es soportable, pero la insistencia la hace ya molesta. Es mejor cambiar la frecuencia y listo. Ahora que el terreno es llano probamos con los aparatos de CB de que disponemos, pero la señal no es todo lo clara que nos gustaría, así que seguimos como antes.

Voy viendo en el mapa los nombres de las zonas por las que voy pasando: Guetem Laarad, Legtem, Hofrat Laayerma, Solb Taiaret... Supongo que deben ser nombre saharauis porque no me suenan al árabe marroquí ¿Será Hassanía? 

No vemos ningún signo de vida en este primer tramo. Es comprensible. Son viejas zonas de pastos que hoy solamente están salpicadas de pequeñas islas de acacias en el mejor de los casos, unidas por mares de arena. Son ya 7 años sin caer una lluvia decente.

En una de ellas hacemos un descanso. Compruebo que estoy equivocado con respecto a la fauna. Además de las pisadas de dromedarios, compruebo que hay bastante de reptiles, pajarillos y un rastro de un ave de mediano tamaño que se dedica a circular entre los árboles supongo que detrás de algunos insectos. Me llama la atención un tipo de hormiga plateada que salen de su agujero y que, llevadas por el viento, parecen volar

En mi paseo distingo un brillo a unos 10 metros de mí. Suponiendo que será algún plástico de algunos que ha pasado antes por aquí, me acerco y compruebo que es una moneda que asoma un poco de la arena. La saco y lo que me parecen 2 euros al pronto, resulta ser 10 dirhams marroquíes fechados en 1987 y con la cara del padre del rey actual.Que curioso. Encontrar una cosa tan pequeña en un sitio tan grande.

A unos 100 kilómetros aproximadamente veo unas rodadas que toman rumbo sureste. Consulto el mapa y veo que van directamente hasta encontrase con mi ruta de Auserd y siento ganas de seguirlas, pero no serviría de nada si entra en zona militar, como dijo anoche el oficial.

 La pista no es difícil de seguir. En realidad es la misma que se usó para celebrar el París-Dakar. Se reconoce por los montículos de tierra a ambos lados que servían de señalización. 

La hora de comer nos pilla en una zona bastante pobre después dejar atrás pequeños manojos de árboles. A lo lejos se ve una mancha que parece desde lejos una gran acacia. La realidad es otra. Sólo es una pequeña acacia que ha servido para lo mismo en muchas ocasiones, dada la gran cantidad de latas y otros deshechos a su alrededor. Pero no hay más remedio que conformase con su pequeña sombra, que se agradece como si fuera un tesoro.

Se atraviesa lo que parecen algunos cauces de ríos que confluyen en otro mayor o quizás en una zona inundable, aunque es difícil decirlo con seguridad a ras de suelo. En una de sus riberas situada en alto abundan rocas cristalizadas en colores ocres y con formas curiosas que me recuerdan a corales.

Un último tirón y salimos a una carretera no señalizada en el mapa. Tiene que venir de Bir Anzeran, aunque no es seguro a dónde llega, aunque supongo que a cualquier punto del muro militar que no está demasiado lejos.

Enfilamos al Oeste y en una media hora aparece Bir Anzeran. Afortunadamente hay diesel y lo primero son nuestras máquinas. Hay bar-restaurante pero no hay comida. Afortunadamente cuento con provisiones y en la tienda (hay tienda) están sacando pan fresco. También parece que hay alojamiento, pero sigo prefiriendo dormir en mi colchón.

Es temprano y hay tiempo para charlar con la gente... ya sabes... ¿de dónde vienes? ¿ a dónde vas?... 

Y una vez terminados los cumplidos y seleccionando con mucho cuidado al personal, pregunto por la pista a Auserd. Nadie parece extrañarse (eso es buena señal) y alguien dice las palabras mágicas...

  • ¿quieres ir por los militares o por la otra
¡Joer! las orejas se me ponen tiesas como los duendes...
  • ¿La otra?, pregunto como el que no quiere la cosa.
  • Sí, hombre por tal sitio y tal otro... me dicen.
  • Pero ¿no está prohibida?
  • No, que va, esta no. La de los militares, sí.
  • Y ¿por dónde dices que va? Y en cinco minutos tenía una ruta alternativa para llegar a Auserd.
No me lo podía creer.

Bueno, la patrulla de ayer me indicó Bir Anzeran y aquí estoy. No me dijo nada a partir de aquí. Y si los nativos dicen que no está prohibida ¿quién soy yo para llevarles la contraria, no te parece? :-)

Antes de cenar tenía ya un proyecto de pista. Tan sólo al final, los últimos 50 kilómetros, me generaban dudas. La pista se pierde y no encuentro clara la ruta. Ya veremos cuando llegue allí.

Es hora de cenar y dormir. Nos encontramos a la salida del pueblo una urbanización prácticamente vacía. Su calles están planas y las casa nos quitará el viento que no para de soplar. Una cena ligera y a dormir que mañana habrá aventura (aunque yo todavía no lo sabía).

(pulsa sobre la imagen para ampliarla)












martes, 28 de noviembre de 2023

Las piedras azules

Hoy necesito un día tranquilo. Levantarse sin prisas, desayunar sin prisas, dar una vuelta por Esmara sin prisas y reponer algunas cosillas que se han acabado en la despensa, sin prisas también.

Todavía tengo la cabeza llena de la paliza del Saguia y la llegada nocturna a Esmara. Aunque también la tengo de la visión del enorme Gaat que tuvimos el honor de cruzar ayer. No veo el momento de volver.

Pero ahora... dar una vuelta por la esta pequeña ciudad es siempre un placer. Andamos la avenida principal, observar a las personas que van y vienen, sentirse observados por ojos medio ocultos, entrar en la zona comercial aunque aún es muy temprano para eso, comprar algo de fruta fresca (que buenas las manzanas de Midelt), aprovisionarme de té verde (aquí se vende en paquetes grandes de medio kilo y hasta de dos kilos), el pan del día no puede faltar, algo de bollería artesana, una funda discreta para la rueda de repuesto (je,je), artículos de limpieza...

Se descubren cosas curiosas. Aquí, cuando el dueño se ausenta, no hay que dejar carteles. Basta con cruzar una escoba en la puerta para que nadie se moleste en entrar. Grandes estos saharauis.

También que algunas personas hablan castellano con mayor o menos fortuna. Algunos han trabajado en la cercana Canarias, pero que por un motivo u otro han regresado. Otros se siente orgullosos cuando comentan que sus padres o abuelos tienen su DNI guardado, que un dia ya lejano trabajaron para la administración española y que ellos le han enseñado lo que saben de esa lengua. Sinceramente, a mi se me coge un pellizco en el estómago cuando escucho esas cosas y pienso cómo la administración española los abandonó en su día. Y, sobre todo, cómo las sucesivas administraciones ya en democracia, siguen abandonándolos. Lo que sigue ahora me lo cayo porque no es políticamente correcto y no quiero terminar en los juzgados.

Entre el paseo y preparar el coche, arrancamos bastante tarde, pero ¿qué más da? Son apenas 200 kilómetros de terreno llano y arenoso lo previsto para hoy. Además la ruta elegida es la misma del año pasado y entonces no vimos dificultades ninguna. La ruta nueva por las montañas de Amgala que yo traigo preparada se queda en reserva para otra ocasión, militares dixit.

Al atardecer vemos las pizarras azules de Laghchiuat. Tenemos el tiempo justo para echar un vistazo a un buen puñado de grabados. Es buena hora. El sol está cayendo y la luz horizontal favorece que se vean mejor.

Ya casi en la oscuridad formamos el campamento al resguardo del viento con la casa del vigilante. En ello estamos cuando se aproxima un coche desde el sur. No es un coche militar, pero se bajan cuatro militares de él. Ya sabes... papeles... fotografía de las matrículas... de dónde vienes... a dónde vas... El protocolo.

Cuando terminan nos preguntan si tenemos compresor. Han pinchado y no tienen ya rueda de repuesto. Eduardo, con toda amabilidad, le soluciona el pinchazo y le llena la goma. Yo aprovecho para enterarme cómo está la pista que va a Guelta Zemur. Prohibida. ¿Y la que va directa a Ausserd?. Prohibida. ¿Y la que va a Bir Anzerane?. Buena. ¿Y desde allí a Ausserd? Buena.

Eah, solucionada la pista de mañana. Buenas noches.

(si quieres ampliar las imágenes, pulsa sobre ellas)