Una de las manifestaciones culturales que nos legaron las personas que vivieron por aquí entre el Paleolítico y el Neolítico, hasta incluso la época protohistórica, es la Pintura Rupestre.
Y parte de esas manifestaciones pictóricas forman un corpus que se ha dado en llamar Arte Sureño, para distinguirlo de otras manifestaciones pictóricas de otras partes de Andalucía y otras zonas limítrofes.
El nombre de Arte Sureño se lo debemos a un investigador de origen alemán afincado en nuestro país (concretamente, en Tarifa) y que fue el encargado de sacarlo de la oscuridad: Lothar Bergmann (1947-2009). Y aunque se le otorgó en justicia la Medalla de Oro de la provincia de Cádiz, el pueblo andaluz tendrá siempre una gran deuda pendiente con él.
Por lo que a mí respecta, las pinturas que nuestros antepasados dejaron en las paredes de muchas cuevas y rocas, siempre me ha atraído. Imagino que, si eres una persona curiosa e inquieta, te pasará lo mismo que a mí.
Pintar sobre la roca. Lo que en principio parece un acto sencillo relacionado con el espíritu artístico de aquellos humanos, se convierte en algo más complejo conforme los investigadores analizan sus trazos, sus ubicaciones, sus pigmentos, su técnica… entre otro buen puñado más de elementos.
Interpretarlas siempre ha sido una aventura, aunque ésta se acaba en el momento que alguien pronuncia las tan usadas palabras “a mí me parece”. ¿Quién puede ponerse en la cabeza de una persona de hace 4, 10 o 20.000 años? ¿Las cosas que vieron en su época son las mismas que vemos nosotros hoy? Muchos animales han desaparecido ya hace tiempo y es posible que su forma de vida generara objetos que nosotros no llegamos ni a imaginar. Y aunque lo que tuvieron ante sus ojos de modelo fuera lo mismo que tenemos nosotros ahora, a la hora de llevarla a la roca ¿su cultura lo interpretaría de la misma forma que nosotros en el siglo XXI? ¿Cómo representarían ellos una tormenta? Y ¿un simple camino de un lugar a otro?
A lo largo de estos miles de años que han pasado sobre ellas, la técnica pictórica ha variado desde un naturalismo rayando en la casi perfección de los dibujos que nos dejaron en herencia, hasta una esquematización de los motivos plasmados en las paredes que muy bien pudieran ser los preámbulos de los primeros sistemas de escritura.
Es raro encontrar una zona en ese triángulo invertido cuyo vértice sur lo hemos puesto en Tarifa, a orillas del Estrecho de Gibraltar, que no cuente con un conjunto de cuevas, abrigos o simples paredes de roca arenisca con manifestaciones pictóricas. La Asociación para la Protección del Arte Sureño cifra en varios centenares los puntos con pinturas rupestres.
Y dentro del Arte Sureño hay dónde elegir, dada la amplitud del abanico de tiempo que abarca, los diferentes momentos culturales que reflejan sus pinturas y la amplitud de la zona que abarcan.
De los cientos de cuevas que ya son conocidas, la que mejor representa el Arte Sureño se encuentra en la zona de influencia de la antigua Laguna de la Janda, hoy desgraciadamente totalmente desecada y sus fondos y orillas ocupadas por los cultivos intensivos.
Se trata del Tajo de las Figuras. Una pequeña cueva situada a media altura en un tajo que mira hacia el actual embalse del río Celemín. Es un sitio conocido desde antiguo, milagrosamente vivo a pesar de la afición de mis paisanos a “encontrar tesoros” en cualquier sitio que pueda parecer algo más antiguo que una casa vieja.
Su historia es sencilla. Por lo visto, su emplazamiento fue comunicado a la Academia de Historia de la capital de la provincia por José Espina, médico de la cercana Benalup y aficionado a la historia, quien la visitó en 1913 junto al responsable de la academia Víctor Molina.
El informe de la visita dio lugar ese mismo año y el siguiente a que el sitio fuera estudiado ya por Juan Cabré (1882-1947) y Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965), incluyéndola en la obra conjunta que publicaron en 1914.
A finales de ese mismo año (y en tres ocasiones posteriores, hasta 1919) fue también visitada por un profesor del Instituto de Paleontología Humana de París, Henri Breuil (1877-1961), acompañado por William W. C. Verner (1852-1922), un coronel del ejército británico retirado en Algeciras y con inquietudes naturalistas; y por Federico de Motos Fernández (1865-1931), miembro de Academia de la Historia y arqueólogo andaluz.
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A partir de aquí y hasta 1988, año en el que Uwe Topper, junto a su esposa Uta, realizaron su catálogo de Arte Rupestre de la provincia de Cádiz, por encargo de la Diputación, nadie había realizado el más mínimo estudio de nuestro arte rupestre.
El libro en cuestión es un sencillo catálogo de un pequeño número de cuevas, al que se anexó un estudio geológico de la zona a cargo de C.J. Fernández-LLébrez y otro sobre la evolución del arte rupestre de la zona, a cargo de Carlos Gómez de Avellaneda.
Bien. Dicho todo lo anterior, es hora de entrar en lo que me ha traído aquí.
Si te tomas la molestia de curiosear el calco de Cabré, notarás que algunas cosas son fáciles de reconocer, otras no tanto, y algunas no se parecen a nada que conozcamos en la actualidad.
Por ejemplo, fíjate en el gran ciervo de la derecha, fácilmente reconocible como un gran macho en pleno proceso de celo estacional. Aquí, nadie debe tener dificultad de identificarlo.
Ciervo naturalista que preside el panel derecho. |
Bandada de ánsares |
Rebaño de cabras seguido de un pastor |
Símbolo antropomorfo |
¿Te atreverías a interpretarlas?
Pues bien, en estas cosas estaba yo, curioseando en las pinturas del Tajo de las Figuras cuando me percaté de un extraño animal pintado en rojo, situado a pocos centímetros de la grupa del ciervo que te he puesto de primer ejemplo.
Caballo o mulo algo entrado en kilos |
En la fotografía digital tratada (eliminando lo que de subjetivo pueda tener los ojos del artista, lo siento mucho Sr. Cabré) se aprecia mejor la línea trasera, el volumen excesivo del tronco, la cabeza un poco desproporcionada y las patas poco gráciles para ser un équido.
Imagen base del animal |
Dada lo extraño de su forma, me llamó la atención y le dedique un poco de tiempo a la figura, intentado observar todos los detalles posible.
Empecé a trabajar sobre ella y, basándome en diferentes modelos obtenidos mediante tratamiento digital de la imagen en los que se consigue separar sus tonalidades, pude obtener algunas imágenes modificadas que me aclararon algunas sospechas que habían empezado a rondar mi cabeza. O, al menos, eso creo.
Observa en las zonas de la imagen que te señalo:
Zonas que aporta las pistas necesarias |
De hecho, si ampliamos la imagen, se aprecia que este animal posee originalmente una cola pequeña y redondeada que ha quedado semioculta por el trazo vertical:
Cola pequeña |
En el lado opuesto, la ampliación de la imagen permite ver también que la cabeza del animal está semioculta también por otro trazo, menos definido y de pigmentación ligeramente diferente, que parece llegar hasta la mitad de la cabeza aproximadamente.
A su vez, la marca número 8, por su parte, pretende llamar la atención sobre la sospechosa curva que se produce en la imagen que parece prácticamente simétrica con otra situado al otro lado del trazo y que, si logramos aislarla, deja ver una cabeza ancha y redondeada por su parte inferior:
Hocico ancho y redondeado |
Las marcas 4, 5, 6 y 7, que señalan hacia la mitad de las patas del animal, indican el punto en que se puede apreciar la diferencia de forma y pigmentación del trazo, como si en algún momento se hubiera pretendido retocar las patas haciéndolas más largas.
La pata señalada con el número 4 es la más difícil de apreciar dado que la roca está deteriorada por lo que parece una mancha de humedad. Pero la número 5 es lo suficientemente evidente como para casi apreciarlo a simple vista:
Pezuña marcada |
En las patas delanteras, tanto el punto señalado con el número 6, como el señalado con el número 7, marcan un ligero engrosamiento del trazo que, a mi entender, delata lo que se puede considerar la pezuña del animal y la unión del trazo original con el añadido posteriormente.
Así que, en un segundo asalto a la imagen, ayudado esta vez de programas de retoque de imágenes digitales, he suprimido la parte de la imagen en la que se ha utilizado un pigmento más claro y el trazo es diferente. Y esto es lo que ha resultado:
Hipopótamo al fin |
Pero ¿es posible que aquellos artistas rupestres de los alrededores de la laguna de La Janda hubieran podido observar a hipopótamos salvajes?
En principios sí. Por lo menos si nos alejamos al menos unos 10.000-12.000 años aproximadamente.
Según el profesor de Arqueología y Bioarqueología de la Universidad de Leiden, Thijs van Kolfschoten, en su artículo The Eemian mammal fauna of central Europe, publicado en el Netherlands Journal of Geosciences , 2000, 269–281, sostiene que el hipopótamo común nadaba y corría por el sur de Europa, sudeste asiático y África del Norte durante la época interglaciar Riss-Würm y el Pleistoceno tardío (que traducido quiere decir hasta hace 10.000 años; año arriba, año abajo).
Por tanto, según esto, no sería extraño que este animalito fuera vecino de nuestros antepasados en la Laguna de la Janda y en los abundantes humedales de su entorno, de la misma forma que hoy perduran en los grandes humedales de la parte central del continente africano . Y que alguien sintiera la necesidad de dejar constancia de su presencia en las pinturas del Tajo de las Figuras para que nosotros podamos hoy pasar un buen rato hablando de ello.
Escultura de fayenza del Imperio Nuevo de Egipto (en torno a 1500–1300 a. n. e.), cuando el hipopótamo común todavía se extendía a lo largo del Nilo. |
Y algo que no se puede olvidar es que, indirectamente, se puede datar de forma aproximada la pintura en cuestión. O al menos se puede decir que en el peor de los casos, no tiene menos de unos 10.000 años, que no es poco.
Lo que ya no me queda tan claro es quién se entretuvo en retocar la imagen original. Me da que pensar que seguramente fue alguien que existió tras la extinción de hipopótamo y cuyo desconocimiento del animal hizo que “mejorara” la figura para que se pareciera más a otro animal conocido por él y sus congéneres. ¿Un caballo seguramente? Posiblemente.
De todas formas, mi agradecimiento también va hacia él, ya que, en el fondo, es el auténtico responsable de este divertido rato tratando esta curiosidad del Arte Sureño.
Nota: Las imágenes de las pinturas rupestres han sido realzadas mediante tratamiento digital y no reflejan fielmente los colores auténticos.
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