Son un puñado de actuaciones de grupos del Magreb y del Sahel entre los que este año se encuentra Tinariwen, y eso no se puede perdonar.
Si te interesa más información, puedes visitar la página del festival. Además te vendrá bien si te decides asistir el año que viene.
La ida me la salto. Ha sido un atracón de carretera desde Ceuta, Rabat, Marrakesh, Ouerzazate… en la que no ha faltado el consabido camión llevando una carga XXXL de paja (esta vez por autopista, sin complejos el tío) y los consabidos controles móviles de velocidad de esos de aquí te pillo, aquí te mato y… ¡son 400 dihams, jae!
Pero la llegada… ha sido todo un lujazo y hace que se te olvide el cansancio y merezca la pena hacer tanto kilómetros.
Un lujo de alojamiento en el desierto |
Y un lujo de cielo |
Pero vamos a lo que hemos venido. ¿Mi experiencia del festival? Pues un Bien por el festival y un Sobresaliente por todo lo demás.
M’Hamid El Ghizlane (El Llano de la Gazelas) es un pequeño pueblo del Sur de Marruecos junto a la orilla norte del río Draa, el río más largo de Marruecos que naciendo en el Atlas, muere en el Atlántico, pero sus aguas sólo llegan al océano los años de mucha lluvia, el resto lo hace en los arenales que encuentra a su paso. Eso quiere decir que cuenta con un extenso palmeral de datileras (y noviembre es el mes de recogida de los dátiles) debajo de las cuales existen todo tipo de huertecillos y algunos frutales que se riegan con sus aguas.
Esta palmera estaba cerca de la puerta de nuestro alojamiento |
No te digo nada de la cantidad de charlas tú a tú que hemos tenido durante los días del festival. |
El asfalto ya llega hasta aquí (y, según se mire, mejorando día a día), así que el pueblo cuenta con un buen puñado de alojamientos y es normal ver por su calle principal deambular todo tipo de guiris, eso sí, casi todos con un buen look étnico-hippie. No faltan los 4X4 y otro cacharros motorizados de alquiler para recorrer sus campos de forma apresurada y cómoda.
El festival… pues ha sido un festival al uso si lo miras globalmente, pero nada que ver si empezamos a mirar con detalle por todos los rincones. Para empezar… el sitio…
Una puerta en medio de nada es la puerta del festival. El resto, dunas y arena vigiladas de lejos por un puñado de voluntarios. La verdad es que la taquilla está puesta para nosotros, los guiris, porque la gente del pueblo entraban toda libremente.
Las tablas y el backstage que no puede faltar en ningún festival aquí está bajo una pesada lona tejida con pelo de camello, al estilo tradicional de las jaimas del desierto.
Y como puedes ver por el cartel del festival, los pratocinadores han sido muchos y algunos muy potentes, como el mismísimo gobierno de los USA, a través de su embajada, lo que explica que me haya cruzado esta misma mañana con tres furgonetas iguales, de una marca conocida de vehículos yanquis y con aspecto de pesar mucho, mucho, rodando por una carretera estrecha tan juntas que recordaban a las películas de acción, y que llevaban en su interior a señor embajador y su comitiva. Y ahora que lo pienso ¿tendran algo que ver esos caminones y coches cargados de militares que ayer cruzaron el pueblo? Vete tú a saber.
Dentro del recinto, esta mañana se trabajaba a todo tren. Desde poner en funcionamiento los generadores encargados de suministra energia eléctrica a los equipos hasta recibir a los músicos a su llegada, pasando por la s tiendas de servicio, aunque ¿quién necesita una tienda cuando hay espacio de sobra?
Por la tarde, mientras los organizadores daban los discursos pertinentes y saludaban a las personalidades presentes, el público empezaba a tomar las dunas de los alrededores. Y no pienses que en las dos fotos de arriba están todos, es que a mí me llamó la atención este grupo de paisanos y este targuí solitario que reivindicaba de vez en cuando el estado Azawad, ya que los tuareg, aunque emparentados culturalmente con los bereberes marroquies se mueven entre Argelia, Malí, Mauritania y Níger.
Durante la tarde pudimos disfrutar de actuaciones dispersas por todo el recinto de grupos tradicionales de diversos puntos de Marruecos… La música local estaba representada por Aidous, Shamra, Rokba, Akalal o Ganga, que habían viajado con sus familias y amigos y que estaban acampaddos por los alrededores en grandes jaimas.
Pero lo mejor estaba en el recinto central, donde pudimos mezclarnos con toda clase de gentes que participaban o asistían al festival. Y para eso, lo mejor es pasar desapercibido, jeje
Y de grupo en grupo se fue pasando la tarde, en la que no podía faltar la reunión alrededor de una tetera. Aunque yo me hubiera apuntado mejor a compartir esos cacharros puestos al fuego y que desprendían un olorcillo que invitaba a permanecer sentado cerca de estas familias que acampaban allí mismo, al mejor estilo nómada.
Y en cuanto la oscuridad se hizo general, dio comienzo el octavo (creo) Festival Taragalte por la cultura nómada y músicas del mundo.
<continuará>
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