martes, 10 de septiembre de 2013

Camino de Santiago Francés IV

¡Viva San Fermín!

Estar de caminata por el Camino Francés a Santiago y encontrarte en Pamplona en su semana de fiestas es una p… ¿Quién se resiste a participar en esta fiesta?
Lo mejor que puedes hacer es aparcar tu mochila, ponerte las pilas y lanzarte a la calle con tu mejor camiseta blanca y lo que tenga que ser… será, no lo dudes.
Y aquí me tienes, después de haber caminado una veintena de kilómetros, mochila a la espalda y un calorín de película, duchado y repeinado, dispuesto a vérmelas con estas calles de la ciudad vieja de Pamplona.
La noche es un verdadero jolgorio. Depende la calle que elijas, así será la bulla en que te verás envuelto/a. Hay de todo. De lo que no te va a salvar nadie es de catar el txacolí, el rioja, el rivera y cualquier otra cosa blanco o tinto que salga de una botella: hasta Tío Pepe. Y si te topas con la calle adecuada es posible que te veas formando parte del botellón de turno.
Y aunque la marcha nocturna no tiene fin, yo quiero levantarme a una adecuada para coger sitio y ver la salida del encierro en la Cuesta de Santo Domingo antes de salir de Pamplona. Y no es plan de ir luego como un zombi por esos caminos.
Así que como te digo, a las 5 de la mañana ya iba yo camino de la cuesta para encontrar un sitio. La verdad es que ya estaba todo casi a rebosar de gente, pero empujón va y viene me colé entre un par de italianos dormilones.
Allí me encontré con un grupo de andaluces de Ubrique ataviados algunos con la camiseta del Betis, reconocible entre tanto blanco (palanganas?). Fue cuestión de esperar y dejar pasar el tiempo observando la gente que iba y venía, o que esperaba concentrado la salida de los Mihuras de hoy.
Y a las 8 en punto, después del petardazo del cohete, se abrió el portalón y salió la pelota de patas y cuernos por la cuesta arriba, pasando por mi lado a toda velocidad y dando un revolcón a uno de los que esperaban para correr. Éste ya no corrió más hoy.
Después de esos pocos segundos de emoción, una corta espera, un segundo cohete y cada cual tomó el rumbo que le pareció bien. Yo por mi parte no me iba a poner a andar sin desayunar, así que me topé con una churrería (La Mañueta) que es toda una institución en Pamplona. Y con mi cartucho de churritos me pedí en un bar cercano al mercado un buen café doble y un pincho de tortilla de jamón de postre. Y ya algo mas repuesto me vi con fuerzas para enfrentarme a la mochila y al camino de hoy.
Una vez cumplido el capricho de presencial un encierro (o parte de él, porque donde se ve bien es en la pantalla), de desayunar decentemente (esta comida no la perdono) y de recoger mi mochila en el albergue, me pongo en marcha por estas calles del centro histórico de Pamplona sorteando toda clase de restos tirados por los suelos y de grupos de empleados del ayuntamiento manguera en ristre (no se os ocurra venir a San Fermín con sandalias).
Salir de la ciudad no es tarea sencilla. Al follón originado por la fiesta hay que sumar que el casco urbano es grande y que las señales están en el suelo, con lo que no se ven desde lejos y es fácil saltarse alguna y tomar la calle equivocada. Paciencia.
Si todo va bien, en poco tiempo estarás caminando por la zona universitaria, bajando hacia un río que tienes que cruzar por el puente que te encontrarás de cara.
A partir de aquí, una senda peatonal-bici te guiará directamente hasta Cizur, reconocible por un edificio con pinta de castillete convertido en albergue. Cizur es conocido por atraer a la gente a comer en sus asadores. Tienes que atravesarlo y una vez que dejes atrás unas modernas urbanizaciones de “agobiados” estarás en pleno campo.
Desde ahora, aunque de forma suave casi siempre, el sendero comienza un ascenso casi ininterrumpido hasta la Sierra del Perdón. El primer descanso se puede hacer junto a un pequeño estanque cercana a una antigua casa de campo que queda casi escondida a nuestra derecha.
Un poco más adelante te encuentras con Zariquiegui, un pequeño pueblo que cuenta con albergue, bar y tienda, así como una fuente de agua fresquita a la entrada junto a un urinario portátil (todo un lujo para un caminante). Algunas de sus casas son dignas de merecer una parada para tomar unas fotografías.
A la salida del pueblo comienza el carril de tierra. Delante tienes ya la ladera de la Sierra del Perdón, corta subida pero que el calor me la hace insoportable. Si no fuera por la fuente de Gambellacos, creo que a más de uno nos daría ganas de volver al pueblo a por algo fresco.
En la cima hay más que motivos para hacer otra parada. Hay un monolito y una representación de peregrinos de todas las épocas realizadas en chapa de acero en uno de sus lados. Y en la cresta, un parque eólico que te recibe con su murmullo característico. Desde allí se puede obtener una panorámica de 360º de Pamplona y su entorno.
Abajo, al frente, se pueden observar varios pueblos en el llano. Ése será tu destino. Pero antes te las tienes que ver con un mal descenso por un sendero empinado plagado de cantos rodados sueltos. Si tienes tocadas las rodillas pon atención a esta bajada. Ha sido causante de más de una tendinitis según me contaron algunos en el pueblo.
Un par de kilómetros adelante tienes que atravesar otra localidad. Yo por lo raro de la hora y por la alta temperatura, parece que cruzo un pueblo deshabitado.
Un esfuerzo más por entre campos de cereales y llegarás a Obanos que, aunque Puente de la Reina está a un par de kilómetros más adelante, va a ser mi fin de etapa de hoy.
Además Obanos tiene su interés ya que es el punto de unión del Camino Francés y del Aragonés. Y no sólo por eso, sino que además tiene una arquitectura muy interesante.
El albergue no es gran cosa, pero está limpio y eso es lo principal.
Descargar archivo kmz con la ruta.
Sellos 4

1 comentario:

  1. Muy buenas fotos, Antonio (especialmente interesantes las de Pamplona)! Gracias por compartirlas!
    A tí no hay camino que se te resista, eh?

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