viernes, 30 de noviembre de 2012

Subida a la Cruz del Romero por el Canuto del Risco Blanco

Sitúate.
El arroyo del Risco Blanco es uno de los que aportan su agua a otro más conocido que es el arroyo del Tiradero.
El arroyo del Tiradero viene a morir en el cauce del río Palmones, uno de los tres ríos que llegan a la Bahía de Algeciras y que en la actualidad ha sido medio domado por el embalse de Charco Redondo.
El Charco Redondo es ese embalse que se cruza cuando viajamos por la autovía de Jerez a Algeciras, ya cerca del Campo de Gibraltar.
El arroyo del Risco Blanco nace de las laderas del cerro de la Cruz del Romero (Sierra del Niño), uno de los más altos de la zona del Estrecho (aproximadamente unos 780 metros) y forma también uno de los Canutos más interesantes del entorno.
Ambos, Tiradero y Risco Blanco, se encuentra en el término municipal de Los Barrios (Cádiz) y se accede desde una zona muy próxima de lo que queda del Cortijo Tejas Verdes, en la carretera que une la autovía con Facinas (a algo más de 10 km del cruce y a unos 14 de Facinas). No está de más dejar caer que la carretera se encuentra en un estado pésimo para los turismos.
Este es el aspecto que tiene ahora el viejo Cortijo Tejas Verdes, situado sobre el canuto del Tiradero, entre las sierras de Ojén al sur y la del Niño, al norte.
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Junto a la misma carretera está el portillo donde comienza el sendero está este cartel de comienzo de ruta.
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Y este otro que nos recuerda que para transitar por el canuto del Risco Blanco hay que obtener el permiso correspondiente de la oficina del Parque Natural.
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El sendero que el Parque recomienda es circular, así que se termina en este mismo punto. Pero yo, hoy, voy a salirme en su punto medio (más o menos) y tomaré rumbo a la Cruz del Romero.
Desde lejos, el aspecto que tiene el entorno del canuto (estamos a marzo) es el de las fotos de abajo. Como ves, los quejigos están soltando hojas aun (año raro este 2012 desde el punto de vista climatológico. Pero se ve bonita la Sierra con estos marrones mezclado con los verdes de los chaparros y acebuches.
Las nubes que se ven hoy en el horizonte no son para preocuparse. En realidad son brumas formadas por la humedad que el viento de Poniente (oeste) trae desde el océano Atlántico y que, al llegar a las sierras de la Luna y del Niño, encuentran el impedimento de estos cerros, se ven obligadas a subir y se condensan. Pero estas nubes de hoy no parecen que vengan con idea de mojarme (al menos, no demasiado). De hecho sólo sobreviven hasta que trasponen a la vertiente Este, momento en que desaparecen poco a poco del cielo, como puedes ver en la foto.
Claro que arriba es otra cosa y se ven obligadas a dejar parte de su humedad sobre las plantas de la parte alta. Este fenómeno, en sitios de especial humedad como pasa en nuestra zona del Estrecho, favorece los llamados “Bosques de Niebla” formados por plantas que son reliquias botánicas como el acebo, laurel, ojaranzo, madroño, helechos… y sobre todo los quejigos enanos.
No hay que olvidar que estos bosque nuestros son reliquias vivientes que sobreviven nada más que en algunos puntos de Andalucía (y escasísimos puntos de Marruecos y poco más) y que nos llegan desde el Terciario (hace unos 2.500 millones de años), por lo que no está de más recordar el especial cuidado que hay que tener al deambular por ellos.
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Los quejigos (en marrón) se mezclan con los chaparros, siendo más abundante en los terrenos arcillosos más cercanos al canuto. En la parte alta se aprecia una zona arrasada y repoblada con alguna variedad de pino que crece a duras penas.
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Un quejigal fuera de lo común como éste, te hace recapacitar y caer en la cuenta que eres un privilegiado al poder andar entre ellos. Una zona auténticamente especial.
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Nada más comenzar el sendero por la pista forestal que arranca de la carretera te topas con este cartelón con un esquema del recorrido, un corte de la pendiente que tendrás que salvar y otra información.
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El recorrido transcurre entre quejigos mayormente que, como te dije antes, están ahora tirando sus hojas secas y, más que a final de invierno, parece que estamos en medio del otoño. Cosas del clima.
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A lo largo del camino se puede apreciar la presencia humana en otros tiempos. Esto de abajo es un Morisco, el horno para cocer el pan hecho de piedra seca que no podía faltar en ninguna casa y que por su nombre, con toda seguridad, su uso nos llega desde la Edad Media (si no de antes).
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No te puedo llevar allí ahora, pero te puedo traer algo del bosque ese día: el sonido del viento, las hojas y los pajarillos. El repiqueteo que se escucha de vez en cuando lo produce un Pico Picapinos (un pájaro carpintero) que marca su territorio haciendo ese ruido sobre una zona de corteza hueca de algún tronco. Quédate en silencio y dale volumen.

Sin dejar la pista de tierra te encuentras con el arroyo, cruzado por un puentecito. Justo antes hay una indicación de madera que apunta hacia la izquierda, hacia el canuto. Allí, se toma una vereda que sube por la margen sur del arroyo. La vereda se aprecia perfectamente, no así las indicaciones de madera, así que mantente atento a los cambios de dirección. De todas formas, si tienes duda, recuerda que se trata de subir el canuto arriba.
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El arroyo apenas lleva agua después del invierno más seco en los últimos cien años, pero el bosque de alisos y demás árboles se mantiene. Y en los puntos donde se acumula el agua y la humedad aparecen plantas especiales como ese bonito ejemplar de Helecho.
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Cuando la vegetación me deja, de vez en cuando se puede ver la mole del Risco Blanco sobre mi cabeza.
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En la parte alta del canuto, justo cuando la vereda cruza el arroyo, cambia de vertiente y toma dirección de bajada.
Pero allí mismo, el camino se bifurca y un ramal gira a la izquierda y sigue subiendo. Ese es el que hay que tomar. Lo reconocerás porque a partir de ahora está marcado por piedras que algún senderista anónimo ha tenido la paciencia de ir colocando. Vaya desde aquí mi reconocimiento público sea quien sea.
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Los próximos metros los recorrerás en medio de un bosque de chaparros que se van haciendo más escasos conformes vas subiendo por la ladera. Hasta que desembocas en una zona también singular: la Herriza.
Para los que no sean andaluces o no estén habituados a patear nuestras sierras sureñas les diré que estos campos serranos nuestros tienen cuatro joyas: los bosques de Chaparros (alcornoques, en castellano), los bosques de Quejigos (robles, en castellano), la Laurisilva (bosque de canutos) y las Herrizas (mayormente zonas de Brezos bajos, Aulagas y Jaras).
Estas Herrizas suele aparecer en suelos de arenisca, pobres en nutrientes, localizados mayormente sobre las crestas de nuestros montes. Son auténticas islas despobladas de árboles pero que contienen tesoros como la Drosofila (o atrapamoscas, planta carnívora) y un buen puñado de endemismos. Nunca han sido lo suficientemente reconocidas, quizás por la costumbre de medirlo todo desde el punto de vista económico, y muchas de ellas han muerto bajo catetas repoblaciones de pinos que luego no servían para nada. Ya va siendo hora que las universidades y los investigadores en general se pongan las pilas y les presten la atención que necesitan y le marquen el camino a los responsables de su conservación.
En la foto siguiente tienes una visión general de la Herriza que acabo de atravesar. Se aprecia el final del canuto. O el principio, según se mire.
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Desde este punto ya se tiene una buena vista de las sierra de Ojén (al frente-izquierda) y de La Luna (debajo de las nubes). El monte donde me encuentro es la misma falda de la Cruz del Romero, que forma una garganta con el monte de la derecha,  y es la falda por donde he hecho el primer tramo de subida del canuto. A lo lejos, se ve parte del arroyo Tiradero y de la carretera.
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Al otro lado se ve el principio de la Janda y algunos de los aerogeneradores instalados en esa zona. La capa de nubes impiden ver el mar, pero te prometo que está ahí cerca.
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Y hacia el norte, sólo puedo apreciar algunos picos de la misma Sierra del Niño en que me encuentro, aunque se debería ver parte de la Janda interior, pero ya estoy casi metido en medio del techo de nubes.
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Para que te hagas una idea del momento…

Pero entre nube y nube, de vez en cuando se dejaba ver estas peñas harpadas del Campo de Gibraltar.

Aunque no cantemos victoria que aun queda un buen trecho. Eso sí, a partir de aquí lo que queda es una especie de pradera de montaña que no presenta demasiada dificultad.
A lo lejos, siguen apareciendo rocas como si se tratara de fantasmas. Aparecen y desaparecen entre las brumas.

Y más lejos aun, las siluetas blancas de las poblaciones de la bahía. Claro que si no fuera por el zoom, habría que esforzar un poco la vista, porque cerca, lo que se dice cerca, no están. Y si no me crees, mira la foto de Gibraltar con y sin zoom.

Al moverte en soledad por entre estas piedras un día como hoy, da pie a imaginarte más cosas de la cuenta. La niebla aporta luces y colores irreales a estas piedras talladas por el agua y el viento con forma más irreales aun. Si empezaran a moverse creo que lo vería como algo lo más natural del mundo.

Pero nada de eso ocurre, y poco a poco me planto a los pies del muro de la cima. Sobre él, la columna que marca la altura máxima. Y escondida casi, una cruz que da el nombre a este pico.

Al otro lado, bueno, pues de momento más nubes que no me dejan ver el horizonte. Sólo el bosquete próximo de quejigos enanos que rodean la cima y que aquí ya han perdido todas las hojas.

Paciencia. No hay mal que 100 años dure. Y en el Estrecho, el tiempo cambia con las horas. Me busco un sitio protegido, abro la mochila y le quito todo el peso que puedo: queso, vino, tortilla, pan, fruta. Ahora lo llevaré puesto en otro sitio que parece que pesa menos.
Un corto descanso después y casi todas las nubes se van para volver otro día. Es el momento de enseñarte la otra cara de la montaña.
Por la izquierda, la garganta del Niño. A la derecha, el Boquete del Queso y a los lejos, al frente, la Hoya de Ahojiz y el pantano del Palmones.

Y para estirar las piernas, un pequeño paseo por los alrededores entre los robles enanos, que me llevó hasta la Piedra de la Ventana.

Pero todo tiene su fin. Antes de despedirme del sitio, una mirada hacia la Bahía y la Sierra de Ojén.

La bajada la voy a hacer por un sitio distinto. Voy a seguir la linde entre Los Barrios y Tarifa que me llevará hasta casi la carretera del principio. Toda la linde está marcada con una vieja pared de piedra que me servirá de guía.
En la actualidad, la pared, que arranca en la misma roca del Romero y sigue por toda la cima y ladera abajo, se encuentra muy deteriorada, centrándose todos los cuidados en esa maya cinegética, como se puede apreciar en la foto de abajo. Claro que la pared no guarda nada, mientras que la maya impide que los "trofeos de caza" circulen libremente por la sierra. Quienes las ponen y quienes lo permiten deberían probar estar encerrados una temporada dentro de una.

Afortunadamente a este Gallito de Marzo (Abubilla) aun no han logrado encerrarlo y tranquilamente me acompaña un trecho del camino sin demasiada precaución de un humano.

Camino adelante por entre las últimas rocas, me detengo en un punto desde el que se puede observar la herriza y el canuto que atravesé esta mañana.

Las peñas del Risco Blanco mantienen todo su esplendor también desde arriba. Me parece que un día vendré a saludarle más de cerca.

Poco a poco voy llegando al pico que veíamos desde abajo repoblado de pinos, en la falda derecha de la garganta.
Desde allí le doy una última mirada a las peñas de la Cruz del Romero

Y nada más comienzo a descender, me sumerjo en el alcornocal. Pero antes hay que detenerse un poco a contemplar el bosque que tengo delante y que me dispongo a atravesar hasta esas construcciones que se ven al lado del camino y que no son otra cosa que lo que queda del Cortijo Tejas Verdes del principio.

Ya sólo me queda descender y meterme debajo del bosque. Pero antes me puedo permitir el lujo de darle un último vistazo al peñasco del Risco Blanco que ahora, con la luz de la tarde adquiere otra cara.

De la verja de entrada a la finca al coche sólo me queda un paseo.

Si te lo tomas en serio, aquí tienes algunos datos. Buena suerte.

Si quieres descargar la ruta para Google Earth, pulsa aquí.

2 comentarios:

  1. Bonito reportaje. Te faltó, ya que estabas allí, acercarte al Arco de Piedra. Ya iremos un día, compañero.

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  2. Efectivamente, y no será porque no lo estuve buscando. Pero no tenía entonces ninguna referencia y lo busqué donde no era. Un día de estos subo nada más que para verlo, pero tiene que ser un día de Norte como el de hoy.
    Ya iremos.

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