De todas formas, tampoco nos ha venido mal salir un poco más tarde de lo previsto porque esta ruta es la preferida por los camiones y motos que van hacia una zona minera que hay más adelante. Y así los hemos evitado a todos.Bueno, a todos no, porque hemos visto a unos cuantos rezagados.
Desde Tafraut salimos por una especie de paso entre las motañas que hay hacia el Este. Aunque es una zona pedregosa, más parecida a la hamada de ayer, eso acaba pronto. En cuanto las montañas se separan y aparece la hondonada de esta especie de valle, el paisaje cambia. Hay más zonas arenosas y la vegetación, aunque escasa, siempre está presente. Puede ser también por la época del año.
Hemos podido observar algunos asentamientos humanos, aunque ya prácticamente en ruinas. Y restos de palmeras sembradas exprofeso, por lo que es seguro que hace tiempo estaría bastante más poblado que hoy.
No muy lejos todavía de la entrada, pudimos observar un profundo pozo de los se hacen por aquí, sin brocal y sin entibar.
Se veían muchas huellas de aves de mediano tamaño (seguramente perdices o pintadas/gallinas de Guinea), pero yo no vi ninguna de volar o correr por la zona.
Una cosa me llamó mucho la atención fue la cantidad de lascas de sílex trabajadas por la mano humana que se podía ver, mezcladas con los guijarros del suelo, lo que hace pensar que estos sitios estuvieron densamente poblados en la Prehistoria.
También, el origen volcánico de estas montañas hace que abunden los minerales y las rocas, algunas curiosas, fuera de lo común. En las montañas cercanas me consta que hay minas de Baritina (un mineral utilizado para extraer el Bario), excavadas de una forma bastante precaria a mi entender. Algunas noches se pueden ver y escuchar las caravanas de camiones que llevan el mineral, supongo, hasta una zona cercana a las carreteras. De todas formas, la minería es una actividad que cuenta en esta zona del sur de Marruecos con bastante dedicación; no es raro ver al lado de una tienda de pastores nómadas algún comprensor industrial del tamaño de un quiosco.
Aproximadamente hacia la mitad del valle hay una depresión entre las montañas que forman un paso natural hacia la parte del lago que se extiende detrás de ellas.
En este paso hicimos un descanso y se nos acercaron algunos niños cuya familia estaban viviendo en unas tiendas que encontramos cerca ya del final del paso. Solo pudimos ver cuatro niños que se encargaron de “entablar relaciones comerciales” con nosotros (aunque en nuestra mochilas no llevábamos nada que les interesara) y de mantener reunidos algunos animales que andaban por allí. Más tarde, al atardecer, pude observar a lo lejos a las niñas que se acercaron a un pozo cercano a dar de beber a un rebaño de cabras. No muy lejos de sus tiendas encontramos más tarde, junto a lo que debe ser la orilla del lago, algunas casitas de piedra destinadas seguramente a encerrar durante la noche a los animales.
Y llegamos, por fin, a la orilla del lago. Frente a nosotros está el Desfiladero del Mharesh, otro paso natural que comunica esta zona con otra ya algo más poblada que se sitúa al norte de esas montañas que cierran esta área inundable. Para que te hagas una idea, el lago que encontramos en Tafraut sube al norte hasta las montañas del Mharesh y luego gira al Este, hacia el cauce del río Rheris (junto a Ramlia), pasando por donde estamos ahora. Aquí, el desfiladero hace de “desagüe” de otra zona inundable situada al norte.
Esta noche también dispondremos de albergue. Y además de uno singular. Situado en lo alto de una loma, más parece un pequeño ksar fortificado que un hotel. Está abierto todo el año y, aunque no tiene un mantenimiento exquisito, es una joya dado el sitio donde estamos. Dado el color terroso de la construcción, es casi imposible verlo a simple vista, por eso te dejo una foto en blanco y negro con el albergue a color.
Sólo nos queda atravesar el cauce del lago, pero eso significa todavía un par de horas de marcha. Las distancias en el desierto, engañan.
También engaña la aparente uniformidad de la superficie de tierra blanca compacta que es el fondo del lago. Ni es uniforme, ni es tan compacta en todos lados. A los cauces de las escorrentías que se forman cuando llueve y que están hundidas con respecto a la superficie (en ocasiones hasta más de un metro), hay que sumar las zonas arenosas y las zonas embarradas, que conservan la humedad y que puede hacer que un coche se hunda hasta la mitad. Por eso hay que conocer bien la zona si circulas sobre ella.
En esta ocasión, la superficie muestra todavía las señales de las últimas lluvias. Y hasta pudimos observar como la vegetación luchaba por salir entre las grietas del barro.
Este punto es muy transitado. Además de las caravanas de coches 4X4 que circulan entre Merzuga y Zagora, en ambos sentidos, no es raro cruzarte con camiones de mineral, mineros y trabajadores del campo que van y vienen en sus motos chinas. Y hasta un recovero con sus mercancías, solo que a lomos de dromedarios.
Hasta pude ver las huellas de un grupo de ocho caballos que llevaban nuestra dirección y que habrían pasado poco tiempo antes. Luego supimos que se trataba de un grupo de europeos que viajaban a lomos de estos animales, junto a su guía local.
En fin, nuestros pasos acabaron junto a la puerta de este bonito albergue, donde descansamos con un buen té amargo sureño y donde pudimos soltar a nuestras pasajeras, compañeras inseparables desde el mismo momento que descubrieron la buena temperatura que conservan los plásticos de nuestros equipos de viaje.
A la hora de cenar ¿quién se acuerda de los esfuerzos de por la mañana?
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