viernes, 1 de julio de 2011

Castro Urdiales - Laredo

Esta mañana, tras despedirme de mi nuevo amigo Luigi Cerati, que lleva otra marcha, emprendo camino hacia Laredo.

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El primer tramo del camino discurre por una zona de monte, atravesando pequeñas poblaciones en las que apenas si veo alguna persona entre las casas. La mañana no está mal del todo y es agradable andar entre árboles y toda clase de cantos de pájaros. Definitivamente, esta época es la mejor para andar por los campos.

Tardo un poco en llegar de nuevo a la costa. Y cuando lo hago me doy cuenta que es todavía más abrupta que la anterior. Las playas, si las hay, son pequeñas y escondidas. Y los pueblos están cuidados y limpios. En algunos han sustituido la clásica flecha amarilla por unos azulejos, lo que te despista un poco al principio.

En algunos sitios, la cordillera Cantábrica se hace notar y me trae a la  memoria algunas cosas que nos contaban los maestros en la escuela (oso incluido), aunque es solo un sueño.

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Hacia la mitad del camino me encuentro con una playa formada en la desembocadura de un río llamado Agüera. Es la más grande que he visto hoy y que veré hasta llegar a Laredo.

Para poder cruzar el río, me tengo que desviar hacia el interior unos kilómetros, hasta un lugar llamado el Pontarrón de Gurierzo. Es el primer sitio donde se encuentra un puente.

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Es un rodeo que te muestra como la especulación urbanística sigue empujando al  campo y a la playa hacia su propia ruina. Así que procuro pasar rápido.

Ahora tengo delante de mí una mole de roca a la que no tengo más remedio que subir. Esa mole me separa del valle que hay detrás: el Valle del Liendo.

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Este valle es una curiosidad geológica. Está rodeado de montañas por todos lados, de forma que sus aguas no desembocan en el mar directamente, sino en un sumidero situado más o menos en el centro del valle. La verdad es que me lo imagino hace unos años, con la mitad de población y tendría que ser un lugar muy agradable para vivir.

Bueno, bajo del mirador en el que estoy tomando esas imágenes, cruzo el valle y subo por el lado contrario y ya estoy prácticamente en Laredo.

Laredo está formado por un núcleo antiguo, la Puebla Vieja, situado a la derecha de la foto (fuera del encuadre) y una larguísima lengua de arena destrozada por multitud de bloques de viviendas para los turistas veraniegos (compara la foto con la otra tomada en los años 50 antes de boom turístico). Esa lengua de arena tiene al Cantábrico por un lado y una ría en su parte posterior, y llega casi a tocarse con la siguiente población (Santoña), cuyas casas se aprecian en la foto, al fondo.

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Laredo años 50

Entro en Laredo por una de sus antiguas puertas directamente a su casco antiguo. La información que tengo es que sólo hay un par de albergues. Lo echo a suerte y me quedo en el primero que encuentro. Es un albergue regido por una comunidad religiosa femenina. A mí me recibe una agradable ancianita que aparece y desaparece como si llevara ruedas en los zapatos. Formalizo la inscripción, hago el donativo, me entrega unas llaves y después de mostrarme la  habitación, desaparece hasta hoy. La verdad es que tranquilo está esto, aunque no me tranquiliza la lámpara que hay a la subida de la escalera. Muy artesana, eso sí,pero con caras de pocos amigos.

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Es temprano, así que me voy a dar una vuelta por el pueblo. El casco antiguo conserva todavía el sabor de sus calles y es agradable ir por ellas sin prisas.

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Una cosa que me llamó la atención es el monte que cierra Laredo por el Este. En su base descubrí un túnel por el que entraba la gente como si de un paseo se tratara. Y yo que no soy nada curioso, me tiré de cabeza para allí. Por lo visto se trata de un proyecto fallido de construir un segundo puerto en la costa norte que no pudo ser debido a los fuertes temporales que castigan a esta costa.

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Otra cosa que también me llamó la atención es que todavía están de pie algunas escuelas que ya son históricas. O las hicieron con materiales de primera o allí aprovechan bien el patrimonio público.

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El caso es que recorro la playa de punta a punta, más que nada para hacer ganas de comer y porque total ¿qué son unos kilómetros más o menos?.

Pero la única foto agradable que voy a colgar es ésta del monte de Santoña, porque mi paseo por la parte nueva de Laredo fue lo más parecido a un paseo por una ciudad fantasma, con bloques y más bloques de viviendas con las persianas bajadas y sus puertas cerradas. Nada que recordar.

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