Esta mañana, después de un desayuno algo complicado (¿qué tienen en esta parte del mundo contra una buena rebanada de pan tostado con… cualquier cosa?) nos ponemos en marcha. Hoy también será una etapa corta, así que empezamos sin prisa.
El año pasado crucé la parte del pueblo que está situado en la otra orilla y cogí una carretera en dirección al Faro de la Plata. Y para allí nos encaminábamos cuando una vecina nos comentó que también era posible salir por la zona portuaria y subir una escalera que nos dejaba casi al lado del Faro. Dudamos un momento, pero ¿que sería de nosotros sin un poco de aventura?
El paseo nos sirvió para ver el pueblo desde el otro lado. Arriba está la ermita y, justo detrás, pintado de blanco, se ve nuestro albergue de peregrinos; pequeño pero muy bonito, con decoración a “lo rural” y muy cómodo.
Nos despedimos de Pasajes y, después de pasar por unos adosados para gatos, llegamos a la bocana del puerto justo a tiempo de ver salir algunos barcos de pesca para empezar su faena.
Al final del paseo encontramos la escalera (que más que una parecían 4 o 5). Se comprende que su función sería llegar hasta un viejo faro al que sobrepasamos.
Porque el camino seguía subiendo aun un buen tramo en escalera hasta dejarnos a la altura del monte de la Plata, donde se encuentra el faro moderno.
Desde aquí “solo” nos queda rodear los montes cercanos hasta llegar al monte Ulía, ya cerca de San Sebastián. Las vistas son impresionantes y te puede llevar alguna sorpresa agradable como este grupo a caballo entre el ecologismo y alguna creencia religiosa que ofrece descanso, de forma altruista, a los peregrinos que llamen por su puerta.
Casi sin darte cuenta, te subes encima de la ciudad. Hoy el día está magnífico y nos ha permitido hacer buenas fotos del monte Urgull e Igueldo, a ambos lado de la playa de la Concha, y de la costa que nos queda por hacer en los próximos días.
El día estaba fantástico para pasear por San Sebastián y a pesar de las mochilas y de la caminata, no nos pudimos aguantar.
En San Sebastián no hay albergue de peregrinos en estas fechas (sólo en verano). Ahora, el único disponible es el albergue juvenil, pero no se podía entrar hasta una hora determinada, así que dejamos allí las mochilas y ya, sin peso en la espalda, dimos nuestro paseo de rigor por el casco viejo en busca de algunos sitios donde reponer fuerzas (ya me entiendes). Pero tranquilos que no voy a contar el recorrido turístico de turno (eso ya te lo conté, más o menos, el año pasado), aunque no voy a evitar dejar aquí constancia de nuestra visita al Juantxo, cuyas tortillas le ponen a uno la cara contenta aunque estés cansado de andar por esos montes.
Con fotos de Azahara y mías.
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