En algunas zonas elegidas, el proceso de repoblación va llenando algunas colinas con pequeños ejemplares de pino. Eso limita el paso en alguna que otra pista.
Pero no hay de qué preocuparse, esta tierra es grande y eso es sólo un motivo para conocer otras partes tan interesantes como estas, donde se puede ver brillar en embalse del Negratín delante de la sierra de Orce, donde ha aparecido el fósil humano más antiguo del continente europeo.
O esta otra, en la que el agua del río permite los cultivos de frutales y transforman la "holla" en un auténtico jardín. Lástima que esto esconde una cara oscura porque estas "plantaciones" saquean los grandes acuíferos en detrimento de las pequeñas huertas tradicionales que tienen así un futuro bastante complicado.
La travesía de desierto llega a su fin y aquí comienza la segunda parte de la ruta con las primeras estribaciones de la Sierra de Cazorla. Desde aquí hay que decirle adiós al seco páramo y saludar a los bosques de coníferas, donde se nos recibe con un poco de agua fresca que nunca viene mal.
Este es un punto importante en la visita a esta sierra: la garganta donde nace el mayor río andaluz, el Guadalquivir (wadi el Kevir, río Grande para nuestros ancestros).
Por los alrededores, algunos animales que debería llamarse salvajes se apostan cerca de la pista a la espera de turistas que imbuidos de ese buenismo a lo Disney, acostumbran a estos animales a vivir de restos de comida humana como premio a dejarse ver y fotografiar. Yo entiendo que para unos urbanitas que solo ven animales en los documentales de la 2, tener tan cerca a zorros, ciervos, cabras o jabalíes es toda una experiencia, pero también deben de calibrar que, con sus "buenas" acciones, privan a estos animales de un instinto necesario para su supervivencia en un entorno natural. Los carteles que avisan de la prohibición de esta práctica no están por gusto.
Huyo de esta zona y dejo atrás a los humanos. Sigo subiendo y sigo llenando mi retina de imágenes inolvidables de esta sierra.
Entre ellas, la de ese pino inmenso al lado del cual, mi 4x4 parece una pequeña maqueta. Entre sus raíces, una placa que recuerda a ese gran documentalista que fue Félix Rodríguez de la Fuente. Los de mi generación siempre recordaremos su voz y sus palabras, haciéndonos caer en la cuenta que lo que nuestro entorno necesita es respeto y cuidado, algo tan sencillo y tan escaso en aquellos tiempos (y en estos).
Y subiendo y subiendo se llega a los Llanos de Hernán Perea, un espacio singular, formado por una meseta donde predomina la caliza y que está situado a más de 1600 metros de altura, la más alta de toda la península ibérica.
Y si esta mañana pude ver el nacimiento del Guadalquivir, ahora hago una paradita en el nacimiento del río Segura. Con ello, dejo atrás la Sierra de Cazorla y entro en las estribaciones de la Sierra del Segura, empezando con ello la tercera y última parte de esta ruta.
El paisaje cambia poco y los picos se van sucediendo unos tras otros. Entre ellos, asoman las casas blancas de Siles, el último pueblo andaluz que veremos hasta el regreso.
Pero primero hay que acabar de recorrer las últimas montañas de la Sierra del Segura.
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