Cuesta un poco acostumbrase, pero por la cuenta que me trae…
A partir de ahora me tengo que internar en las montañas de Lugo, dando la espalda al mar. No es que sean demasiado pronunciados pero el perfil de hoy tiene algunos picos, así que voy alternando las zonas más altas con arbolado y los valles dedicados casi totalmente a cultivos. Los pueblos son pequeños y apenas se ve a la gente. Los casi treinta kilómetros del recorrido se me hacen algo repetidos y a veces parece que no he avanzado nada, pero es solo la ilusión de ver casi repetido el paisaje anterior.
Psicológicamente cansado, me encajo casi de improviso encima de Lourenzá. Es un pueblo grande que está cerca de la carretera principal y de la nueva autovía, así que tiene algo de vida industrial. De sus calles hay que destacar este monasterio cuyos cimientos datan del siglo X, aunque la fachada que se ve es del XVIII y fue diseñada por el mismo arquitecto que hizo la de Santiago. Antiguamente contaba con alojamiento para peregrinos, pero yo prefiero no preguntar y alojarme en el albergue municipal que seguro que tiene comodidades del XX.
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