Hoy va a ser un día importante. Otra etapa del camino se acaba. Se terminará Asturias y comenzará Galicia, la última de las cuatro comunidades que tengo que recorrer.
Salgo de Piñera carretera adelante y en un momento estoy delante de ese puente sobre la autovía que me anuncia que Navia está ya cerca. Me vendrá bien porque la verdad que un desayuno caliente con esta humedad viene de maravilla.
Navia es un pueblo que da la impresión de haber vivido tiempos mejores. Yo lo voy a cruzar en línea recta hasta el puente que se encuentra al fondo, pero el casco antiguo es bonito y aun conserva viejas casas con estilo.
Una curiosidad. En una pastelería me encontré una “torta preñá” que no es nada más que la clásica torta de aceite rellena de chicharrones que se hace en mi pueblo. Idénticas hasta en el aspecto, pero separadas culturalmente por más de mil kilómetros. Me compré un pedazo y estuve “chalando” con ella un buen rato.
Dicen que ésta es la ría más grande toda Asturias, por eso se tarda lo suyo en cruzarla a pie por el puente que hay en el centro del pueblo.
Dejo Navia atrás y voy pasando por diferentes pueblos, no muy lejos del mar pero si arrimarte demasiado a él. Voy dejando en el camino curiosidades, como esas enormes cruces de Santiago que originalmente marcaban el camino al principio del boom turístico. O esos carteles de “Oro No” que tanto te chocan hasta que te enteras que los vecinos están contra la explotación de una mina por los problemas ambientales que trae consigo. O esa vieja escuela donación de algún rico vecino que ahora se cae de vieja.
Y después de algunas vueltas y revueltas aparece otra ría ante mí. Es la meta de hoy: Ribadeo. Galicia por fin.
Sólo hay que cruzar el puente sobre la ría y en la otra orilla, a menos de 100 metros está el albergue de la Junta.
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