Por lo demás va a ser un día tranquilo. Poca carretera y mucho campo, como a mi me gusta. La nota simpática la dio este topillo que se había resbalado por la pendiente hasta el alquitrán de la carretera cogiéndole la luz del día en una situación complicada. Mi buena acción del día, que se vio al rato recompensada por un puñado de fresas silvestres que estaban buenas de verdad.
Hoy, lo que no se anda debajo de la arboleda que hay por todos lados, se hace por grandes prados de yerba, algunos dedicados a la agricultura.
Aunque en los tramos en que nos cruzamos con la carretera principal es posible encontrar caserones singulares como el de la foto.
Al final, el día se estropeó y tuve que sacar el impermeable, así que llegué a Cadavedo con prisa. El albergue está en las afueras del pueblo, en una casita que dispone de unas ocho camas y hay que llamar a la responsable que ya te dice dónde está la llave para que te puedas resguardar mientras llega.
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