Los 27 kilómetros de hoy se me ha hecho los kilómetros más pesados de todo el viajo, hasta ahora. Lo que en un principio ha sido un andar constante por carretera, conforme me iba acercando a Oviedo se puso peor. Pueblos grandotes, muchos coches, mucho ruido y mucho follón. Y la cosa empeoraba según me acercaba más, con la gran apoteosis de la entrada a la capital por una zona industrial y comercial que parecía no tener fin.
Menos mal que la vista, de vez en cuando, se podía posar sobre algún detalle amable que te devolvía la tranquilidad y la paz perdida.
Y a veces el camino te recompensa con cosas como está: el antiguo puente sobre el río Nora, en Colloto, que prácticamente era el anuncio de la cercanía de la capital del reino.
Te podría contar un montón de cosas de la ciudad. Oviedo es una capital “grande” pero no demasiado jaleosa. Al menos lo que yo encontré.
La verdad es que la tarde estuvo lluviosa y yo la aproveché para asaltar una lavandería y poner al día toda la ropa (saco incluido) que son ya muchos días y el algodón no engaña. Así que allí me tienes, en bañador, en el centro de Oviedo y lloviendo a cántaros. Pero de eso no tengo fotos, lo siento.
De lo que sí tengo fotos es de este edificio modernista que desde lejos parece una nave espacial posada entre las casas de la ciudad. Se trata del nuevo palacio de congresos, que se ha hecho sobre los terrenos de un viejo campo de fútbol. Fue sido diseñado por el arquitecto Santiago Calatrava y está formado por un núcleo central y un edificio alrededor que aloja oficinas y demás. Una pasada.
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